Название | Atrapada al atardecer |
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Автор произведения | C. C. Hunter |
Жанр | Книги для детей: прочее |
Серия | Shadow Falls |
Издательство | Книги для детей: прочее |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417525927 |
—¿Por qué? ¿Por qué lo sientes? —Kylie notaba una presión el pecho.
Perry miró primero a Burnett y luego, a Holiday.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Kylie—. ¿Están bien los Brighten? ¡Respondedme!
Perry se quedó inmóvil, visiblemente afectado por los remordimientos.
—Yo que tú le contestaría —le dijo Della a Perry con voz furiosa—. Puede que se tire a por tus orejas de nuevo si no lo haces.
Capítulo 5
—No sé qué ha pasado. —Perry se acercó. Sus ojos verde esmeralda resplandecían.
—¿Cómo puedes no saberlo? —Kylie miró a Burnett y después a Holiday, con la esperanza de que uno de los dos empezara a hablar. Al ver que no lo hacían, volvió a centrarse en Perry—. Los estabas siguiendo. —La culpa que había visto en los ojos de Perry cayó de un salto sobre los hombros de Kylie. Si algo malo les había pasado a los Brighten, era culpa suya. Había sido ella la que se había empeñado en contactar con ellos. Maldita sea, había estado tan segura de que era lo correcto.
—Desaparecieron —dijo Perry—. Estaban conduciendo por la autopista en ese Cadillac plateado y, de repente, puf. —Sacudió las manos delante de él—. Ya no estaban. Ni el Cadillac ni ellos. Desaparecieron. Puf.
Kylie sintió que la presión que tenía en el pecho aumentaba.
—Las personas, los humanos, no hacen «puf» y desaparecen. —Logró no elevar la voz, pero su frustración le dio a su tono un aire sarcástico.
Entonces, la verdad le cayó como un jarro de agua fría. Estaba segura de que las personas no desaparecían así como así. Pero no hacía mucho tiempo, no creía que hubiera gente que se convertía en unicornios o que los vampiros y los hombres lobo existían. No habría pensado que podía llegar a usar sus sueños para comunicarse con otra gente o que podía derribar un muro de cemento. Así que, ¿quién demonios sabía si la gente desaparecía sin más o no? Y, si realmente habían desaparecido, ¿significaba eso que…?
A Kylie se le hizo un nudo en el estómago.
—¿Están muertos?
Holiday frunció el ceño.
—Vamos a intentar no hacer especulaciones que…
—No lo sabemos —la interrumpió Burnett—. Aunque tengo agentes investigando. La agencia me enviará imágenes de los Brighten en cualquier momento. Al menos sabremos si eran unos impostores.
El teléfono de Burnett sonó, y lo cogió.
—¿Qué tienes? —Su expresión se endureció. —Eso no puede ser, lo he comprobado esta mañana. —Hizo una pausa y lanzó una mirada a Holiday, que se acercó.
Della se inclinó hacia Kylie.
—Las cámaras no funcionan. —Gracias a su desarrollada sensibilidad auditiva había captado obviamente toda la conversación.
Se oyeron unas pisadas en el porche de la cabaña, y Kylie levantó la vista justo cuando Lucas entró por la puerta. Sus miradas se encontraron, su preocupación se reflejó en los ojos de él, que se situó a su lado. Lucas le rozó el brazo con el suyo, y Kylie notó su calidez. El recuerdo de su beso pasó fugazmente por su mente, y se sintió un poco culpable por habérselo contado a sus amigas.
Kylie vio a Lucas mirar a sus dos compañeras de cabaña y asentir. Sin embargo, no fue un asentimiento abiertamente amistoso. Kylie había oído que los hombres lobo eran bastante distantes y suponía que era verdad. Sin contar a Lucas, Kylie no había hecho amistad con ningún otro hombre lobo en el campamento.
—¿Ya ha conseguido Burnett las imágenes de tus abuelos? —Lucas bajó la mirada en su dirección.
—No lo sé. —Lo miró fijamente a sus ojos azules. Durante un breve segundo, deseó no cuestionar lo que sentía. Deseó que él no fuera una incógnita más de su vida. Sería tan agradable dejarse llevar. Entonces, ¿por qué no lo hacía?
—¿Te encuentras bien? —Lucas articuló las palabras sin apenas pronunciarlas. Ella asintió con la cabeza, pero no estaba del todo segura de si era cierto.
—¡Entonces alguien las manipuló! —Burnett se paseó por la sala—. ¿Has conseguido ya los registros de tráfico de los Brighten? Quiero ver una copia de sus carnets de conducir para determinar si son quienes dicen ser. —Apretó la mandíbula y miró a Kylie. Sus ojos destellaron empatía, pero desapareció en menos de un segundo. Parecía que mostrar emociones, aunque solo fuese a través de una chispa en la mirada, era demasiado para él.
Todo en ese hombre parecía oscuro y duro, y él parecía estar contento de que fuese así. Tenía el cabello negro, la piel morena y un cuerpo musculado que mantenía a distancia a la mayoría de los hombres y que hacía que la mayoría de las mujeres de su edad quisieran que se acercase más a ellas. Kylie observó como Holiday estudiaba a Burnett y corrigió su último pensamiento. A pesar de la evidente atracción que había entre ellos, Holiday nunca dejaría que Burnett se le acercara.
—No entiendo qué les lleva tanto tiempo —espetó Burnett a su interlocutor—. Es tan sencillo como sacar los archivos del departamento de tráfico. Yo podría haberlo hecho ya. —Soltó un profundo suspiro de frustración—. Limítate a mandarlos en cuanto los tengas. —Colgó, se guardó el teléfono en el bolsillo de la camisa y miró a Holiday.
Entrecerró los ojos, frustrado.
—Alguien ha manipulado nuestras cámaras. Yo mismo las comprobé esta mañana, y funcionaban perfectamente. Dejaron de funcionar justo una hora antes de que los Brighten llegaran. Creo que está claro lo que eso significa.
Burnett dirigió una mirada a Kylie. Ella sabía que pensaba que los Brighten eran unos impostores, y quizá debería desear que tuviese razón. Eso significaría que no habían sido los padres de Daniel quienes habían desaparecido en la autovía. Pero Kylie quería pruebas.
Se presionó la frente con una mano, tratando de poner freno al dolor de cabeza que empezaba a sentir.
—¿Cuándo creen que conseguirán las imágenes de los Brighten?
—En cualquier momento, si saben lo que les conviene. —La voz profunda de Burnett sonó sincera.
Kylie rezaba para que los padres de Daniel estuvieran bien, para que no fueran la pareja que la había visitado antes. Pero incluso en ese caso, no estaba segura de estar emocionalmente a salvo. Impostores o no, no estaba segura de que la pareja de ancianos mereciera… Evitó que la palabra muerte se cristalizara en su cabeza. Desaparecer no tenía por qué ser un sinónimo de morir.
Lucas le rozó la espalda con el dorso de la mano. Supo que lo había hecho de forma deliberada y que buscaba consolarla. Y lo hizo.
El teléfono de Burnett sonó de nuevo. Lo sacó del bolsillo, pulsó un botón y se quedó mirando fijamente la pantalla. Levantó la vista y le mostró el teléfono a Holiday.
—¿Es esta la pareja que estuvo aquí?
Holiday miró primero a la pantalla y luego a Kylie.
—No. No son ellos.
No es que Kylie no la creyera, pero tenía que verlo con sus propios ojos. Tomó el teléfono de Burnett y se quedó mirando las dos imágenes que aparecían en la pantalla, una al lado de la otra. Un hombre mayor, parcialmente calvo, y una mujer también mayor con el cabello blanco y unos brillantes ojos verdes que le devolvían la mirada desde la pantalla del teléfono.
—¿Son estos los Brighten?
Burnett asintió y contestó:
—Sacadas de los registros del departamento de tráfico.
—Ni