Название | Inteligencia social |
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Автор произведения | Daniel Goleman |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | Ensayo |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788472457799 |
La letra del rap, como cualquier poema, ensayo o novela, puede entenderse como un sistema de transmisión de “memes”, es decir, de ideas que se transmiten de una mente a otra como lo hacen las emociones. No olvidemos que la noción de un meme se vio modelada por la de gen, una entidad que también se reproduce transmitiéndose de una persona a otra.
Memes especialmente poderosos como los de “democracia” o “higiene personal” nos llevan a actuar de un determinado modo, porque son ideas que tienen un impacto muy poderoso.25 Y cuando unos memes se oponen a otros, nos hallamos en presencia de una batalla de ideas.
El poder de los memes parece deberse a su relación con la vía inferior, a través de su asociación con las emociones intensas. Tengamos en cuenta que, para nosotros, una idea es importante en la medida en que nos moviliza, y eso es precisamente lo que hacen las emociones. Los ritmos oscilantes de la vía inferior intensifican el impacto provocado por la letra de las canciones rap (o de cualquier otra canción) y le proporcionan una fuerza muy superior a la que provocaría su mera lectura. Quizás, en este sentido, los memes sean algún día entendidos como neuronas espejo en acción.
Sus guiones inconscientes determinan gran parte de lo que hacemos, especialmente cuando funcionamos en la modalidad “automática”. Pero cuanto mayor es su poder sutil para movilizarnos a actuar, más elusivos resultan.
Veamos ahora el extraordinario poder que tienen los memes a la hora de dirigir lo que hacemos en las relaciones interpersonales.26 En un determinado experimento, un grupo de voluntarios escuchó una lista de palabras que contenían referencias indirectas a la mala educación, como “grosero” y “asqueroso”, mientras que otro grupo oyó palabras como “considerado” y “educado”, después de lo cual se les invitó a transmitir un mensaje a alguien que estaba hablando con una tercera persona. Los resultados de esa investigación pusieron de relieve que dos de cada tres de los que habían atravesado el primer proceso no tuvieron problema alguno en interrumpir la conversación, mientras que ocho de cada diez de quienes habían atravesado por el segundo llegaron a aguardar hasta diez minutos antes de atreverse a interrumpirla.27
También hay situaciones en la que acontecimientos inadvertidos pueden conducir a sorprendentes sincronicidades. De qué otro modo podríamos explicar lo que, en cierta ocasión, nos sucedió a mi esposa y a mí mientras estábamos de vacaciones en una isla tropical. Una mañana vimos un precioso velero de cuatro palos navegando en la distancia que mi esposa me propuso fotografiar, de modo que así lo hice, la primera foto que tomábamos en los diez días que llevábamos allí.
Pocas horas después decidí meter la cámara en la mochila y llevarla al restaurante en el que íbamos a comer. Mientras caminábamos en dirección al chiringuito, ubicado en una playa cercana, se me ocurrió comentarle que había cogido la cámara, pero antes de pronunciar una sola palabra, me preguntó: «¿Has traído la cámara?». Fue como si me hubiera leído la mente.
Este tipo de sincronicidades parecen ser el correlato verbal del contagio emocional. Nuestros trenes asociativos discurren a través de cauces, circuitos de aprendizaje y recuerdos concretos, y, cuando uno de ellos se ha visto estimulado, incluso por la mera mención, sigue activo en el inconsciente, más allá del alcance de nuestra atención activa.28 Como dijo el famoso dramaturgo ruso Anton Chejov, jamás pongas nunca un arma en el decorado de la pared del segundo acto que no pienses usar al finalizar el tercero, porque los espectadores ya estarán aguardando escuchar los primeros disparos.
El simple hecho de pensar en una determinada acción predispone a nuestra mente a realizarla, proporcionándonos así una especie de guía para acometer nuestras rutinas cotidianas sin necesidad de realizar el esfuerzo consciente de pensar en todo lo que debemos hacer a continuación, una especie de agenda mental de las cosas que tenemos que hacer. Por ejemplo, el ver el cepillo de dientes en el lavabo nos invita a cogerlo y a lavarnos automáticamente los dientes.
Este impulso a la acción determina todo tipo de actividades. Por eso, cuando alguien nos habla en voz baja nosotros le respondemos del mismo modo, y cuando hacemos un comentario sobre la última carrera de Fórmula Uno que hemos visto a alguien que está conduciendo por una autopista, lo más probable es que pise el acelerador sin darse cuenta siquiera de ello. Parece como si el cerebro sembrase sentimientos, pensamientos e impulsos similares en el cerebro de los demás.
Los trenes asociativos que discurren por vías paralelas pueden llevar a dos personas a pensar, hacer o decir casi lo mismo en el mismo momento. Lo más probable es que, cuando mi esposa y yo tuvimos el mismo pensamiento, alguna percepción momentánea desencadenara en nosotros una cadena asociativa que nos llevó a ambos a pensar en la cámara.
Esa intimidad mental refleja también una proximidad emocional. Así pues, cuanto más cercana y comunicativa sea una determinada pareja, más exacta será también su comunicación intuitiva.29 Cuanto más conocemos a alguien y mayor es nuestro rapport, más probable es también que confluyan nuestros pensamientos, sentimientos, percepciones y recuerdos,30 en una especie de fusión mental en la que ambos podemos llegar a percibir, pensar y sentir lo mismo.
Ese tipo de convergencia se da incluso entre desconocidos que se convierten en amigos. Consideremos ahora el siguiente estudio realizado en Berkeley con estudiantes universitarios a los que se les había asignado la misma habitación de una residencia. Los investigadores seleccionaron a varias parejas de recién ingresados y rastrearon sus respuestas emocionales mientras visionaban varias secuencias cinematográficas, una de ellas una divertida comedia protagonizada por Robin Williams y la otra un dramón que mostraba el duelo de un niño por la muerte de su padre. En el primer visionado, las reacciones de las personas que acababan de conocerse eran tan diferentes como las de cualquier otro par de desconocidos tomados al azar. Siete meses más tarde, sin embargo, resultaron sorprendentemente similares.31
LA LOCURA DE LAS MASAS
Los hooligans son las bandas de fanáticos del fútbol responsables de las batallas campales que, de vez en cuando, sacuden los estadios europeos. Pero, independientemente del país en el que ocurran, la fórmula que genera este tipo de episodios es siempre la misma.
La cosa comienza cuando una pequeña panda de forofos llega al lugar del encuentro con varias horas de antelación y em- pieza a beber hasta emborracharse, alborotando y cantando las canciones de su club. En la medida en que la multitud va congregándose, el grupo se sume en ella ondeando la bandera de su equipo, con cánticos y gritos en contra del equipo rival que acaban propagándose a toda la masa. Algunos de los forofos se entremezclan entonces con los seguidores del otro equipo y la agresividad va en aumento, hasta que uno de ellos ataca a un fan del equipo rival, desencadenando un incidente que acaba generalizándose.
La fórmula del histerismo colectivo violento es la misma desde comienzos de los ochenta, con consecuencias eventualmente trágicas.32 La multitud beligerante y ebria establece las condiciones idóneas para desencadenar un estallido de violencia, porque el alcohol desinhibe el control neuronal de los impulsos, y cuando se dispara el primer ataque, el contagio se ocupa del resto.
En su ensayo Masa y poder, Elias Canetti señala que lo que convierte a un conjunto de individuos en una masa es su sometimiento a “una pasión” compartida, una emoción que se contagia y acaba conduciendo a una acción colectiva.33 Y esta rápida generalización de los estados de ánimo sucede gracias a la sincronización fisiológica de sus subsistemas biológicos.34
Es muy probable que la velocidad de transmisión de los cambios de conducta de una masa se originen en la coordinación de