Sin cadenas. Carlos Cuauhtémoc Sánchez

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Название Sin cadenas
Автор произведения Carlos Cuauhtémoc Sánchez
Жанр Книги для детей: прочее
Серия Sangre de campeón
Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9786077627418



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sigue leyendo, hermana.

      En momentos difíciles, necesito frenar un poco para esquivar los obstáculos.

      Las emociones se reflejan en un radar, me hacen bajar la velocidad y analizar el camino. Por eso, las emociones son buenas. Aún las que parecen malas.

      El miedo me permite detectar el peligro y huir de él. Es el más útil mecanismo de defensa. Cuando sentimos miedo, frenamos, calculamos el paso más seguro y volvemos a acelerar, esquivando los riesgos innecesarios.

      La culpa también puede ser buena; me lleva a reconocer mis errores y a cambiar de dirección para no equivocarme de nuevo.

      La sensación de ignorancia me induce a estudiar y a crecer.

      El orgullo me lleva a amarme a mí misma y a defender mis derechos.

      La ira me hace rebelarme contra las cosas que están mal y luchar por el bien.

      Las emociones son útiles. No trataré de reprimirlas. Lloraré si estoy triste, reiré si estoy alegre, callaré si estoy nostálgica, me desahogaré si estoy enfadada. No hay nada peor que una persona insensible, con mente de robot, sangre de aceite y corazón de piedra.

      Los pensamientos deben pulirse, los sentimientos, sentirse. Son señales de frenado y reacción. Pueden salvarme la vida.

      De igual manera, debo evitar detenerme por completo a causa de las emociones. El que se paraliza deja de progresar, madurar, disfrutar la vida, y comienza a enloquecer, pues queda atrapado y las emociones (que eran útiles), se convierten en cadenas de prisión.

      A partir de hoy manejaré mi automóvil con agilidad y esmero, en un movimiento continuo hacia delante, poniendo mucha atención al radar de emociones para atravesar con éxito las tormentas del camino.

      Comenzaba la segunda noche que pasarían en el autobús y casi había oscurecido por completo. Owin y Beky guardaron silencio, pero en su mente se repetían las frases que acababan de leer e imaginaban que era su madre misma quien las decía.

      El viaje a la frontera duraría doce horas más.

      Cuando el sol salió los rayos de luz atravesaron con dificultad las densas nubes que habían tapizado el firmamento. Estaba lloviendo. La ciudad a la que se dirigían, además de frontera era costa, y un fuerte ciclón tomaba forma en el océano.

      Los limpiadores del autobús se movían de un lado a otro para despejar el parabrisas. Con un clima así, se antojaba quedarse en casa recostado frente al televisor comiendo galletas con leche...

      Beky se dirigió a su padre por primera vez en el viaje y le preguntó con voz suave:

      —¿Por qué estamos haciendo esto?

      El hombre se giró para verla con expresión de recóndita desolación.

      —Porque soy un idiota... —respondió.

      —¡Papá! ¡Regresemos! Devuelve lo que tomaste...

      —No puedo. Además de robar, hice otras tonterías. Les falté al respeto a mis jefes. Grité cuando debí permanecer callado y callé cuando tuve que hablar. Discutí tontamente y me hice de muchos enemigos; ahora sólo me resta desaparecer del mapa.

      Los jóvenes movieron la cabeza en señal de desacuerdo y no objetaron más.

      Cerca de las diez de la mañana, después de dos días y dos noches de camino, el autobús arribó a su destino. La estación fronteriza estaba lodosa y con baches llenos de agua.

      Cuando el enorme vehículo terminó de estacionarse siseando por los frenos de aire, ocurrió algo que sustrajo el aliento a los muchachos: El señor Meneses dio un fuerte golpe en la codera de su asiento al mirar por la ventana. Un grupo de policías armados esperaban en el cobertizo la llegada del autobús.

      CONTROL EMOCIONAL: OBSERVA TU “RADAR DE EMOCIONES”

      REPASO DE CONCEPTOS

      01. Todos vivimos como regidos por un radar que detecta nuestras emociones y nos indica si debemos acelerar o frenar.

      02. Las emociones positivas, como la alegría, el entusiasmo y la euforia, nos inducen a acelerar. Las emociones negativas, como el miedo, la vergüenza o la tristeza, nos impulsan a frenar.

      03. Debemos observar el radar de emociones porque puede salvarnos la vida. Por otro lado, no podemos detenernos por completo motivados por las emociones pues comenzaríamos a enloquecer.

      04. Tú eres un campeón. Los campeones avanzan decididos, disminuyen su velocidad cuando perciben una emoción de frenado, y ponen mucha atención para atravesar con éxito las tormentas del camino.

      PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

      01. Haz una lista de quince emociones distintas, ¿son emociones de frenado o aceleración? Clasifícalas.

      02. Las cosas que van sucediendo durante el día te producen emociones. Menciona una que hayas sentido en los últimos días y explica qué mensaje había en ella.

      03. ¿Alguna vez te has sentido mal, sin saber por qué? ¿Descubriste la razón? Relátalo. ¿Qué debemos hacer cuando nos sentimos irritados o tristes sin saber por qué?

      04. Haz un análisis de tu vida y escribe las tres emociones que te han acompañado con mayor frecuencia. ¿Qué significan?

      5 ¿PASIVO, AGRESIVO O ASERTIVO?

      Los pasajeros comenzaron a bajar.

      El señor Meneses se acercó a sus hijos y dijo:

      —Tengo que confesarles algo. La otra noche, en la empresa... —echó un furtivo vistazo alrededor—, abrí la oficina del gerente y robé el dinero de la caja chica...

      Sacó de su bolsa un pequeño fajo de billetes; no eran muchos, pero suficientes para fugarse del país. Owin y Beky escuchaban aterrados.

      —Esos policías... —continuó Waldo Meneses—, tal vez me busquen a mí. Tendremos que separarnos —quitó la liga de los billetes y le dio a los niños la mitad—.Yo puedo escapar si estoy solo. Juntos nos atraparían. Bajen y caminen disimuladamente. Vayan a la plaza central del pueblo, frente a la catedral. Ahí los veré.

      —No... no papá —dijo Owin.

      —Tengo miedo —comentó Beky.

      Al mencionar la palabra miedo, ambos recordaron los apuntes y se dieron cuenta que era una emoción de frenado. ¡Había que detener a su padre en esa loca idea y corregir el rumbo!, pero ¿cuál era el correcto?

      —Las cosas empeorarán —lo aseguró Beky—, es mejor entregar todo y pedir perdón.

      —¡No digas tonterías! Si hago eso me meterán a la cárcel.

      —¡Pero papá, de todas formas...!

      —¡Cállate!

      El señor Meneses temblaba, y por la cara le corrían chorros de sudor.

      —Déjenme. Váyanse ya. ¡Pronto!

      Los muchachos se repartieron el dinero y lo escondieron en el interior de sus zapatos. Tomaron, como único equipaje, la libreta de su madre. Se pusieron de pie y caminaron hacia la salida del autobús. Frente a ellos, una señora obesa intentaba pasar por la puerta con cuatro bolsas de plantas y comida. Varios hombres trataban de ayudarla desde abajo.

      —Si nos da los paquetes, podrá salir mejor.

      —No hace falta. ¡Yo puedo hacerlo!

      Verla en su terca obstinación de cruzar con semejante cargamento por un espacio en el que a duras penas cabía ella sola, era digno de asombro e hilaridad. Cuando al fin pudo dar el último paso, una de sus bolsas de plástico reventó, ella tropezó y un ramillete de verduras se regó por el suelo.

      Mientras policías y mirones ayudaban a la voluminosa