El misterio de Riddlesdale Lodge. Дороти Ли Сэйерс

Читать онлайн.
Название El misterio de Riddlesdale Lodge
Автор произведения Дороти Ли Сэйерс
Жанр
Серия Лорд Питер Уимзи
Издательство
Год выпуска 1924
isbn 9780369411174



Скачать книгу

DE D. – (Vagamente). Pues… a dar una vuelta.

      EL CORONER. – ¿No oyó usted el disparo?

      DUQUE DE D. – No.

      EL CORONER. – ¿Se alejó usted mucho de la puerta del invernadero y del bosquecillo?

      DUQUE DE D. – Pues… sí, debía de hallarme bastante lejos. Tal vez por eso no oyera el disparo. Eso tiene que haber sido.

      EL CORONER. – ¿Estaría usted a quinientos metros de allí?

      DUQUE DE D. – Posiblemente… Quizá más.

      EL CORONER. – ¿A más de quinientos metros?

      DUQUE DE D. – Pues sí. Como hacía frío, anduve de prisa.

      EL CORONER. – ¿En qué dirección?

      DUQUE DE D. – (Con visible vacilación). Hacia la parte trasera de la casa, en dirección a la pradera.

      EL CORONER. – ¿A la pradera?

      DUQUE DE D. – (Con más seguridad). Sí.

      EL CORONER. – Pero si usted se hallaba a más de quinientos metros, habría salido del parque, ¿no?

      DUQUE DE D. – Pues… ¡oh, sí!.., creo que sí. Di algunos pasos por la landa, ¿comprende?

      EL CORONER. – ¿Puede usted enseñarnos la carta que recibió de míster Freeborn?

      DUQUE DE D. – ¡Oh, claro que sí!.., si la encuentro. Creí que la había metido en mi bolsillo, pero no la encontré cuando quise enseñársela a ese individuo de Scotland Yard.

      EL CORONER. – ¿La destruiría usted accidentalmente?

      DUQUE DE D. – No… Estoy seguro de que la puse aquí… ¡Oh!.. (En este momento el testigo se detuvo, todo confundido, y enrojeció). Ahora recuerdo. La rompí.

      EL CORONER. – Es una mala suerte. ¿Cómo fue eso?

      DUQUE DE D. – Lo había olvidado. Lo he recordado ahora mismo. Temo que haya desaparecido por las buenas.

      EL CORONER. – ¿Conserva, tal vez, el sobre?

      El testigo negó con la cabeza.

      EL CORONER. – Entonces, ¿no puede presentar al jurado ninguna prueba de haberla recibido?

      DUQUE DE D. – No, a menos que Fleming la recuerde.

      EL CORONER. – ¡Ah, sí! Sin duda tendremos ahí un medio de comprobarlo. Agradecido, su gracia… Llamad a lady Mary Wimsey.

      La noble dama, que era, hasta la trágica madrugada del día 14 de octubre, la prometida del muerto, levantó un murmullo de simpatía a su aparición. Rubia y esbelta, con sus mejillas, corrientemente rosadas, ahora de color ceniza, parecía la imagen del dolor. Iba vestida completamente de negro e hizo su declaración en un tono de voz tan bajo que, a veces, era casi inaudible[4].

      Después de haberle expresado su condolencia, el coroner le preguntó.

      EL CORONER. – ¿Cuánto tiempo llevaba prometida al difunto?

      TESTIGO. – Ocho meses aproximadamente.

      EL CORONER. – ¿Dónde le conoció usted por primera vez?

      TESTIGO. – En Londres, en casa de mi cuñada.

      EL CORONER. – ¿En qué fecha fue eso?

      TESTIGO. – Creo que fue en junio del año pasado.

      EL CORONER. – ¿Era usted completamente feliz en su noviazgo?

      TESTIGO. – Completamente.

      EL CORONER. – Como es lógico, usted vería con mucha frecuencia al capitán Cathcart. ¿Le contó algo de su vida anterior?

      TESTIGO. – No mucho. No éramos dados a hacernos confidencias. Corrientemente discutíamos sobre temas de interés común.

      EL CORONER. – ¿Eran numerosos esos temas?

      TESTIGO. – Pues sí.

      EL CORONER. – ¿Jamás tuvo usted la impresión de que el capitán Cathcart estuviese preocupado?

      TESTIGO. – En particular, no. Pero desde hacía algunos días parecía hallarse algo inquieto.

      EL CORONER. – ¿Le habló de su vida en París?

      TESTIGO. – Me habló de los teatros y de los lugares de diversión de allí. Conocía París muy bien. Yo estuve en París con algunos amigos en febrero de este año, cuando él estaba allí, y nos llevó por todas partes. Eso fue poco después de hacernos novios.

      EL CORONER. – ¿Le habló en alguna ocasión de las casas de juego de París?

      TESTIGO. – No recuerdo.

      EL CORONER. – Con motivo de su matrimonio…, ¿se habló alguna vez de la cuestión económica?

      TESTIGO. – No lo creo. Aún no se había fijado la fecha de la boda.

      EL CORONER. – ¿Tuvo siempre aspecto de tener mucho dinero?

      TESTIGO. – Es posible. Nunca me preocupé de eso.

      EL CORONER. – ¿No le oyó lamentarse jamás de dificultades económicas?

      TESTIGO. – Todo el mundo se lamenta de eso, ¿no cree?

      EL CORONER. – ¿Era hombre de buen carácter?

      TESTIGO. – Dependía. Era muy voluble. Dos días seguidos no era la misma persona.

      EL CORONER. – Usted ha oído lo que ha dicho su hermano acerca de que el difunto estaba dispuesto a romper el compromiso. ¿Tenía usted idea de ello?

      TESTIGO. – Ni la más ligera idea.

      EL CORONER. – ¿Ve usted ahora alguna explicación a eso?

      TESTIGO. – Ninguna.

      EL CORONER. – ¿Tuvieron algún disgusto?

      TESTIGO. – No.

      EL CORONER. – Según su punto de vista, el miércoles por la noche aún se hallaba prometida con el difunto y contaba con casarse pronto, ¿no es cierto?

      TESTIGO. – Sí. Sí, claro que sí.

      EL CORONER. – ¿No era…, perdóneme esta pregunta que ha de serle dolorosa…, no era hombre capaz de poner fin a su vida?

      TESTIGO. – ¡Oh, nunca pensé!.. Bueno, no lo sé… Supongo que hubiera podido matarse. Eso lo explicaría todo, ¿no es verdad?

      EL CORONER. – Ahora, lady Mary…, por favor, no se ponga nerviosa y tómese todo el tiempo que crea conveniente… ¿Quiere usted contarnos con exactitud lo que vio y oyó el miércoles durante la noche y el jueves de madrugada?

      TESTIGO. – Hacia las nueve y media subí a acostarme, acompañada de mistress Pettigrew-Robinson y mistress Marchbansks, dejando a todos los hombres abajo. Di las buenas noches a Denis, que parecía completamente normal. No me hallaba abajo cuando llegó el correo. Me fui a mi dormitorio en seguida. Mi dormitorio se halla en la parte de atrás de la casa. Alrededor de las diez oí subir a míster Pettigrew-Robinson. Este matrimonio dormía en la habitación junto a la mía. Algunos de los hombres subieron con él. No oí subir a mi hermano. Aproximadamente a las diez y cuarto oí a dos hombres hablando en voz alta en el pasillo, y luego oí a alguien bajar corriendo la escalera y cerrar la puerta de un golpazo. En seguida oí pasos en el pasillo y, finalmente, a mi hermano cerrar la puerta de su dormitorio. A continuación, me acosté.

      EL CORONER. – ¿No inquirió usted la causa de este disturbio?

      TESTIGO. – (Indiferente). Pensé que sería algo relacionado con los perros.

      EL CORONER. – ¿Qué sucedió después?

      TESTIGO. – Me desperté a las tres.

      EL CORONER. – ¿Qué le despertó?

      TESTIGO.



<p>4</p>

De la información periodística, no de la de míster Parker.