Castendolf y los secretos del bosque. Diana Salazar Santamaría

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Название Castendolf y los secretos del bosque
Автор произведения Diana Salazar Santamaría
Жанр Книги для детей: прочее
Серия
Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9788419106858



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      © del texto: Diana Salazar Santamaría

      © ilustradora: Mª Carmen Cañellas Alfonso

      © corrección del texto: Equipo BABIDI-BÚ

      © de esta edición:

      Editorial BABIDI-BÚ libros S. L, 2022

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      Producción del ePub: booqlab

      Primera edición: febrero, 2022

      ISBN: 978-84-19106-85-8

      «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra»

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      Índice

       Capítulo I. Pasos nocturnos

       Capítulo II. Buscando pistas

       Capítulo III. ¿Cuándo comeremos trufas?

       Capítulo IV. Dibujando a Castendolf

       Capítulo V. Salida nocturna

       Capítulo VI. Siguiendo el rastro

       Capítulo VII. El bosque de noche y de día

       Capítulo VIII. El camino señalado

       Capítulo IX. La misteriosa entrada

       Capítulo X. El valor de las trufas

       Capítulo XI. El olor de las trufas

       Capítulo XII. Competencia por las trufas

       Capítulo XIII. ¿Qué hacer con las trufas?

       Capítulo XIV. El destino de las trufas

       Capítulo XV. Carrera sin fin

       Capítulo XVI. Excavando hacia las trufas

       Capítulo XVII. Trufas en peligro

       Capítulo XVIII. Al rescate

       Capítulo XIX. Lenguaje duendil

       Capítulo XX. Secretos al amanecer

       Capítulo XXI. Más secretos

       Capítulo XXII. Tarta y carta

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      Capítulo I

      PASOS NOCTURNOS

      —Ahí está otra vez, ¿lo oís? —preguntó Guigo entre murmullos a sus hermanos.

      —No oigo nada —contestó Nolo bostezando—. Estate ya calladito que puedes despertar a nuestro hermano Bayi, y además tienes que dormir, pues solo tienes cinco años, aún eres pequeño y necesitas muchas horas de sueño para poder crecer y hacerte más listo.

      —Dormir es aburrido, Nolo. Piensa en lo que pasa en el mundo mientras duermes y todo lo que te estás perdiendo —aseguró Guigo. —Además, ese correteo que oigo por las noches no me deja dormir.

      —¿De que correteo hablas? —preguntó Nolo.

      —¿No lo oyes?, callémonos y verás —afirmó Guigo.

      —Nolo no oía nada, pero intentó disimular su incredulidad, pues tenían el acuerdo en casa de no cuestionar las fantasías de los pequeños, ya que sus padres insistían en que no había nada más fascinante que la imaginación desbocada de los primeros años de vida, que les hacía creer a los niños que todo era posible; ya tendrían suficiente tiempo para ser adultos y racionalizarlo todo, como le estaba pasando a él, que acababa de cumplir doce años.

      —De acuerdo, vamos a quedarnos callados a ver si lo oímos –dijo Nolo, mientras abrazaba a su hermanito para tranquilizarlo. Estuvieron un rato callados y atentos, pero, después de varios minutos de silencio, Nolo se cansó de esperar.

      —A lo mejor lo que has estado oyendo es un ratón —opinó Nolo—, o un pajarito que se coló en casa en busca de algo para comer.

      —¡Ni pajarito, ni ratón! —contestó Guigo, irritado–. Sus pasos son fuertes para ser los de un animal pequeño, pero demasiado suaves para ser los de una persona. Estoy muy asustado, Nolo, pues no sé qué clase de criatura es la que se ha metido en nuestra casa.

      Para tranquilizar a Guigo, Nolo le propuso que dieran una vuelta por la casa para confirmar que no había nada raro, pero el pequeño se negó rotundamente a renunciar a la seguridad que le hacían sentir su cama y el escudo protector de las mantas que se echaba por encima de la cabeza cada vez que se asustaba, así que Nolo tuvo que hacer solo la ronda de vigilancia, usando su linterna para evitar encender luces y despertar a sus padres.

      Comenzó por revisar que todas las puertas y ventanas estuvieran cerradas, luego miró por debajo de mesas, camas y estanterías, buscó pequeños agujeros en las paredes, y no encontró nada fuera de lo común. Pasó por la cocina para tomarse un último vaso de leche antes de dormir, y entonces encontró algo que le llamó