Anatomía de las emociones. Carles Frigola

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Название Anatomía de las emociones
Автор произведения Carles Frigola
Жанр Медицина
Серия Laertes
Издательство Медицина
Год выпуска 0
isbn 9788418292507



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W. Reich?

      Probablemente porque expuso el conflicto que tenemos planteado los hombres y las mujeres del siglo xxi: el homo conmotio frente al homo loquens. Es decir, las emociones frente a la verborrea, los sentimientos opuestos a las ideas, la experiencia por encima del discurso intelectual. Para Reich, la salud es la calidad emocional en la que el ser humano vive su propia vida: el libre flujo de la energía de la libido en el interior de su organismo. El lenguaje popular lo expresa de una manera muy gráfica: »Esta persona es un tempano de hielo». «A fulano le hierve la sangre de entusiasmo». «Las manos frías y el corazón caliente». «Se le hincha el pecho de orgullo». «Tal persona ha gastado toda su energía».

      Las emociones humanas básicas sanas son tres: la rabia, el placer y la ansiedad.

      1.La rabia o la agresividad sanas se producen cuando el flujo de energía corporal se dirige y se expresa hacia los músculos.

      2.El placer o la expansión surge cuando la energía fluye hacia la piel (los genitales son la parte más sensible y especializada de la piel).

      3.La ansiedad cuando el flujo energético se dirige desde la periferia del organismo (piel) hacia los órganos internos, causando una gran contracción en el organismo que se siente como un malestar interior.

      Figura 1. El cuerpo humano sin armadura

      Existen dos emociones subsidiarias más complejas: el anhelo y la tristeza.En el anhelo, el flujo energético se dirige básicamente hacia el pecho, los brazos, la boca y la pelvis. Se experimenta como un deseo de acoplamiento con otro ser humano y se expresa como una necesidad de buscar a alguien querido, o a alguien que no está presente, pero que es deseado. Es la necesidad de un contacto emocional.

      La tristeza es una reacción a una pérdida y al duelo. En ella existe también anhelo, pero en este caso no hay posibilidad alguna de acoplamiento y el ser humano simplemente se contrae de una manera natural. Aquí debemos separar la tristeza como emoción básicamente humana sana, de la depresión, que se produce cuando la rabia regresa otra vez hacia adentro del organismo y es una manifestación neurótica y enferma porque la rabia se dirige contra uno mismo. La depresión es casi siempre autodestructiva.

      A estas cinco emociones debemos añadir dos estados más: la anorgonia y la armadura. La anorgonia es el resultado de la retirada súbita de la energía del cuerpo, que se experimenta como una gran debilidad general. La armadura ocurre cuando la energía queda estancada en una particular zona corporal y es inmovilizada por una contracción muscular muy fuerte y la energía no fluye a través del organismo. Se experimenta como un agarrotamiento.

      Figura 2. El cuerpo humano con armadura

      Existen todavía otras dos emociones humanas subsidiarias más complejas todavía: la vergüenza y la culpa.La vergüenza es originalmente un impulso natural y agresivo sano que ha conseguido agujerear la armadura caracterológica y que ha llegado hasta la piel del cuerpo, sobre todo a nivel de la cara. Allí este impulso ha quedado instalado en busca de una respuesta empática. Ahora bien, si este impulso sano no es bien recibido o no ha obtenido una respuesta empática de contención, la persona siente entonces vergüenza.

      La culpa es el mismo impulso natural y agresivo sano pero que esta vez no ha conseguido atravesar la armadura caracterológica. A su vez, este impulso rebota contra ella y regresa al lugar (al núcleo del self) de donde provenía originalmente. Retorna al núcleo como si fuera un boomerang. Como vemos, la culpa y la vergüenza son hermanas gemelas.

      Si usáramos un lenguaje naturalista y orgonómico diríamos que la libido de Freud (el impulso sexual y agresivo sano) es líquido como el agua del mar y que toma la forma del objeto a quien va dirigida y proyectada. El impulso agresivo libidinal sano, como si fuera una ola del mar al compás de la marea, rebota con bravura contra el acantilado. La armadura caracterológica es sólida como el acantilado. Este rebotar sería la culpa.

      La vergüenza seguiría el mismo proceso pero esta vez la ola va deslizándose suavemente en la arena de la playa. La ola del mar lame la arena, sin rozarla apenas y se aleja de la playa para regresar. Y aunque vuelve al mar, es decir retorna al núcleo del self, lo hace de una manera más apacible y no reflexiva. La arena es un objeto sin armadura que se mece al compás de la ola. Esta sería la diferencia entre los sentimientos de culpa y de vergüenza. Ambos tienen el mismo origen libidinal (sexual y agresivo sano) y se dirigen al objeto (proyección), pero que retornan al núcleo (self) de formas distintas. La culpa es reflexiva, la vergüenza no lo es. Los psicoanalistas llamamos a estas dos maneras de retornar al núcleo del self, identificación proyectiva e identificación introyectiva.

      La armadura caracterológica puede ser temporal, como una respuesta de autoprotección del ambiente. En este caso sería una defensa sana. Pero también puede hacerse crónica y rígida, dando lugar a la estructura de carácter neurótica y a las enfermedades tales como el estrés, la hipertensión, la depresión, el asma, la tensión premenstrual, la obesidad, el alcoholismo y muchos malestares psicosomáticos. El cáncer es el resultado de la petrificación de la armadura y la resignación crónica. Pero aun así el cáncer es curable. En este caso hay que revertir el proceso de autodestrucción de la propia armadura caracterológica y superar el instinto de muerte del organismo.

      La culpa

      De definiciones sobre la culpa, esta temida prisión emocional, encontramos una larguísima lista. Es como un peso que nos invalida y nos aplasta. Nunca duerme. Nunca descansa ni nos deja descansar. Se prolonga tanto que nos da demasiado tiempo para reflexionar. Una reflexión incluso persecutoria. ¿En qué pensamos cuando sentimos culpa? Sentir culpa por no haber hecho lo suficiente y evitar perder la pareja, un trabajo, un amigo...

      ¿Por qué sentimos esta losa tan desagradable que nos lo roba todo?: la libertad a sentir de nuevo, de producir nuevos sentimientos, de intentar nuevos proyectos. Roba el presente. Nos hace esclavos de nosotros mismos. Obedeciéndola. Venerándola. Como el mismo Dios judaico; recordando que la culpa es bíblica, «naturalmente». Bien sabido es que de natural no tiene nada. ¿Dónde nace? ¿Cómo podemos convertirla en tan omnipotente? Es nuestra deuda. Nos vigila, nos obliga, nos hace sumisos. Nos reprime fuertemente en nuestro anhelo de libertad. Estricta, exigente, petrificada: superyoica según el psicoanálisis.

      ¿Cómo explicar pues, el origen de este sentimiento? Recordamos la Biblia por ejemplo, en donde la culpa es contemplada bajo una pátina religiosa. La conocida mancha del pecado original. También puede tener un origen típicamente social: en donde una persona responsable puede transgredir una norma o ley (moral, civil o penal) de la comunidad en la que vive. Analicemos dos ejemplos que originan el sentimiento de culpa. En primer lugar, nombraremos la horda primordial como señalaba Freud, aquella tribu nómada, primitiva, donde mataron al líder y se lo comieron. Después la comunidad sufrió un gran sentimiento de culpa, individual y colectiva, que dio lugar como consecuencia al nacimiento de las normas, los preceptos, los mandamientos, las leyes, las constituciones, etc., para evitar la repetición del crimen. El segundo ejemplo estaría en la situación en donde el niño pequeño se siente desconsolado y culpable ante la posibilidad de que su rabia hubiera hecho daño a la persona que lo quiere, la madre. En estas dos situaciones vemos como se origina la culpa. Son las dos configuraciones en dónde encontramos sentimientos ambivalentes. Es decir, sentimientos amorosos y sentimientos de hostilidad.

      Los dos ejemplos representan como todo vínculo pasa obligatoriamente por sentimientos ambivalentes de «doble corte». Aprecio al líder, incluso me gustaría ser como él pero a la vez me molesta para conseguir lo que quiero. Se ha de aniquilar o derrotar políticamente. Estos ataques, inevitables, a los objetos buenos, despiertan ansiedad y sentimientos ambivalentes (amor-odio) que se pueden traducir en una sola palabra: culpa. Un anhelo insatisfecho, proyecciones (fantasías) fallidas hacen surgir también este sentimiento cuando nos damos cuenta de que hemos destruido o hemos perdido a la persona (objeto) amado. Toda esta amalgama de dobles sentimientos tiene