Название | Cuando el fútbol no era el rey |
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Автор произведения | Carles Sirera Miralles |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | Oberta |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788437084404 |
El año 1886 terminó con la votación por unanimidad de la directiva del Casino de Cazadores, que conocemos por El Almanaque de «Las Provincias» y que supuso la continuación del mismo equipo directivo anterior. De la directiva de 1880, seguían Eduardo Vilar Torres, aunque ahora como vicesecretario, y Tomás Perelló, quien continuaba como vocal. Eran nuevos Ricardo Beltrán y José de Ródenas, representantes del Casino frente a Gandía, y Arcadio Tudela, licenciado en Medicina de 26 años de edad38 y oficial interventor en la contaduría de la Junta de las obras del Puerto,39 que ocupaba el cargo de contador; además de ser hijo del político conservador de mismo nombre y apellido, que había sido elegido concejal y diputado en varias ocasiones.40 El presidente era Eugenio Malo de Molina, también miembro de la Sociedad Valenciana de Agricultura, y Fernando Prosper, ayudante en la Dirección de carreteras provinciales,41 era el vicepresidente. Pero la mayor sorpresa la suponía su tesorero, el liberal José Rausell, el hombre más rico de Gandía y su alcalde.42 Debemos suponer que la victoria para el Casino de Cazadores no fue tan sólo una satisfacción personal, sino que también ayudó a su lanzamiento como plataforma para integrar y consolidar las redes que los caciques del sistema alfonsino habían trazado por la provincia.
Probablemente, la nueva directiva consideró que había que continuar convocando certámenes de tiro y darles una publicidad más correcta, a la vez que celebrarlos en unas fechas más propicias, ya que para la Feria de Julio de 1888 se organizó otra tirada y se publicaron las bases del concurso en la prensa. Para participar, se exigía ser español y estar domiciliado en el antiguo Reino de Valencia, además de ser mayor de 20 años. Si se quería participar en las modalidades de carambolas a palomos o tiro de pichón en libertad, había que abonar la cantidad de 40 pesetas, y si se optaba por las modalidades de tiro rápido al blanco o tiro de carambolas a cristal, la inscripción costaba 20 pesetas. Sólo se podía concurrir en una modalidad, aunque era posible matricularse en las cuatro. En caso de exceso de participantes, se efectuaría un sorteo y aquellos que resultasen eliminados y no pudiesen competir recuperarían los derechos de matrícula. Esta vez, la implicación del Ayuntamiento fue mayor, ya que los premios grandes, dos escopetas inglesas para los ganadores de la modalidad de carambolas a palomos y tiro de pichón en libertad, eran ofrecidos por el consistorio municipal, mientras que el Casino de Cazadores y el de San Humberto donaban un trofeo alegórico, un rifle de 14 tiros y varios accésits.43 No obstante, el valor de los premios seguía siendo más simbólico que pecuniario.
En esta ocasión, se reunió un público bastante numeroso en la plaza de toros el 27 de julio, y tomaron parte en la competición 24 tiradores; todos, menos uno, miembros del Casino de Cazadores o del de San Humberto. Repetían Manuel Olmos, entre otros, y de los nuevos ha sido posible identificar a Ramón Gil, probablemente el dueño del Café Del Cid en la plaza de la Virgen;44 a Antonio Benet, empleado que vivía en el número 39 de la calle de la Nau, aunque es muy posible que trabajara para su padre, quien era propietario y se dedicaba junto con su esposa al comercio,45 así como a José Martí y Grajales, hijo de un zapatero, que logró finalizar el bachillerato en 1875, pero que tuvo que esperar hasta 1902 y tener 40 años para licenciarse en Filosofía y Letras.46 Pese a no pertenecer a ningún casino, cuando murió en 1906 era el comandante del regimiento de veteranos.
El certamen fue todo un éxito, y una muestra de la buena convivencia que existía entre los dos casinos:
Hubo también sus brindis, que no podían faltar entre la franqueza y el buen humor, reflejando un excelente pensamiento; el de la fusión entre las dos sociedades de cazadores de Valencia y de San Humberto, que si gozan desahogada vida con su separación, la disfrutarían próspera si unieran sus valiosos elementos, pudiendo alcanzar la importancia de las mejores sociedades de sport.47
Para el año siguiente, se repitió la fórmula y volvió celebrarse un certamen de tiro al pichón; pero esta vez con auténtico éxito de público. Las Provincias cifraba entre 2.000 o 3.000 el número de espectadores que fueron a la plaza de toros, y hacía mención de que por primera vez «acudieron elegantes señoritas».48
Se efectuaron tres modalidades: tiro de pichón a brazo, tiro de pichón a caja y tiro de pichón a carambolas, y el número total de participantes fue de 20. Una novedad fue que el 1.er premio de cada modalidad, una escopeta inglesa, podía cambiarse por su equivalente en metálico, 500 pesetas. Esto suponía asumir que la principal motivación para competir era un cierto lucro personal, o la ganancia de un objeto valioso, más que el honor mismo que implica siempre el triunfo. Curiosamente, la posibilidad de obtener un sustancioso premio monetario no provocó ningún tipo de debate en la prensa, ni tan siquiera el más mínimo comentario o consideración, y se aceptó como normal y esperable. De los participantes, no ha sido posible saber mucho, y sólo se ha podido identificar a Vicente Arnal, licenciado en Derecho, de 33 años.49
En 1890, no se celebró la Feria de Julio por la epidemia de cólera, y no hubo tirada que disputar. Por el contrario, en 1891 sí se celebró. Organizada de nuevo en la plaza de toros ante numerosísimo público, consistía en tres pruebas: tiro al blanco móvil, tiro de pichón a caja y carambola de pichón a caja. En las dos primeras, hubo 13 participantes, y en la última 8 participantes, aunque tuvo que ser suspendida, por haber anochecido y ser imposible seguir tirando, y repetirse al día siguiente por la mañana. Además de los accésits como objetos artísticos, los premios importantes volvían a ser armas de fuego que podían cambiarse por su valor en metálico, un rifle cuyo precio era de 100 pesetas y otro cuyo precio era de 75 pesetas. La mayoría de los concursantes ya había participado en anteriores competiciones, y de los nuevos no ha sido posible obtener ninguna información de interés. Sólo queda decir que varios de los tiradores presentaron una protesta formal por el orden en que se realizaron las pruebas que obligó a suspender la última tirada, pidiendo que se anularan los resultados del certamen y se volviese a celebrar otro día. No es posible saber si esto supuso una contrariedad insuperable para los organizadores o un pequeño inconveniente, pero el hecho cierto es que dejaron de celebrarse torneos de tiro después de 1891.
Durante los cinco años que el Casino de Cazadores de Valencia y el Casino de San Humberto promovieron tiradas públicas, participaron 59 hombres en tales eventos, de los cuales 14 se puede afirmar con toda seguridad que eran miembros del Casino de Valencia, 10 pertenecían al Casino de San Humberto y 7 eran tiradores libres. Es probable que tales cifras sean modestas y que no tengan ninguna relevancia especial. Sin embargo, demuestran que en Valencia ciudad hubo una práctica competitiva regular durante un período de tiempo largo que permitió crear y sostener un número de competidores y aficionados considerable, y desarrollar su actividad deportiva pacíficamente con una escopeta bajo el brazo. Para hacernos una pequeña idea de la proliferación de las armas de fuego, no se puede olvidar que en Valencia ciudad, entre bazares de armas, armeros y tiendas de efectos militares, había 10 establecimientos; mientras que el número total de