Habiendo recibido un regalo del cielo, los miembros de la tribu se entregaron a un gran servicio. Los sabios ancianos, los jefes y la gente común se aprestaron a hacer muchos sacrificios en nombre de un nuevo ídolo. No escatimándose a sí mismos (ni especialmente a los demás), los devotos contaron con nada menos que una recompensa excepcional.