Juliano

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    Contra los galileos. Cartas y fragmentos. Testimonios. Leyes

    Juliano

    La singular figura de Juliano el Apóstata ha sido evocada por autores contemporáneos como Ibsen y Gore Vidal. El emperador romano Flavio Claudio Juliano (360-363 d.C.) fue apodado «el Apóstata» por haber abjurado de la fe cristiana. Educado en ella, se apasionó sin embargo por el clasicismo y los dioses paganos: completó su formación en Éfeso y Atenas, donde ahondó en el neoplatonismo. Una de las periódicas oleadas de matanzas entre aspirantes a César le reportó el mando de la Galia y Britania, y la muerte de Constancio le convirtió en emperador único. En esta capacidad proclamó su paganismo y la tolerancia religiosa general, no sin alguna persecución a los cristianos. Juliano expresó su antipatía por los cristianos en Contra los galileos, del que el piadoso emperador Teodosio II ordenó destruir todas las copias y que habría desaparecido por completo de no ser por los muchos fragmentos que Cirilio de Alejandría citó en su réplica. El estado fragmentario en que nos ha llegado la obra no permite emitir un juicio de valor global sobre ella, pero sí conocer algunos de sus argumentos: critica la cosmogonía y la concepción exclusivista y antropomórfica del judaísmo, y al cristianismo por haber tergiversado al primero. Este volumen se completa con una colección de cartas del emperador, tanto oficiales –órdenes militares, instrucciones a gobernadores y a ciudades– como privadas, y el conjunto de las leyes que promulgó una vez convertido en emperador único: decretos sobre la reapertura de los templos y la devolución de sus bienes, así como sobre impuestos y municipios, administración y ejército.

    Discursos I-V

    Juliano

    La apasionante figura del emperador Juliano, el Apóstata, con su amor por la literatura clásica y el paganismo en la era cristiana, ha sido evocada literariamente por autores contemporáneos como Ibsen, Kazantzakis, Anatole France y Gore Vidal. El emperador Juliano (332-363 d.C.), a quien los cristianos llamaron el Apóstata por su rechazo de la fe cristiana, es un llamativo personaje de las postrimerías del mundo pagano, en un tiempo en que el gran legado cultural helénico se resiste por última vez a ceder la hegemonía cultural al cristianismo. Juliano, formado en la literatura clásica y las concepciones paganas, abandonó con pesar sus estudios cuando se le proclamó César y después Augusto. En el poder, profesó sin disimulo su paganismo, instauró la tolerancia religiosa y recuperó templos y cultos helenos. Defensor de una causa perdida, entre el Edicto de Milán de 313 sobre libertad de culto y el de Teodosio (380) que instaura el cristianismo como religión única del Imperio, su intento de restaurar las viejas creencias en los dioses del Panteón pagano aparece como un patético error histórico. Juliano fue un gran escritor. Su obra, compuesta en las urgencias de la vida política, forzada a veces al disimulo y al enmascaramiento cortesano, en un ambiente de odios e hipocresías, deja entrever sin embargo su espíritu intenso y su idiosincrásica personalidad. Este volumen contiene los cinco primeros grandes discursos de Juliano que conservamos: Elogio del emperador Constancio (panegírico escrito a la muerte de éste, en el que recuerda sus virtudes y las de su antecesor Constantino) Elogio de la emperatriz Eusebia, Sobre las acciones del emperador o Sobre la realeza, Consolación a sí mismo por la marcha del excelente Salustio, Al Senado y al pueblo de Atena.