Jorge Mario Betancur Gómez

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    Déjame gritar

    Jorge Mario Betancur Gómez

    Las seis crónicas que conforman Déjame gritar narran historias que tuvieron lugar en Medellín, entre 1896 y 1968.Además de relatar sucesos considerados célebres en su momento, por extraordinarios, crueles o violentos, estas crónicas son, en cierto modo, un esbozo de la intimidad de las parejas en una sociedad en la que la coquetería, las caricias, la desnudez, la sensualidad y la sexualidad estaban en las fronteras mismas del pecado.Casi una década después de su primera edición, Déjame gritar sigue siendo un libro vigente y pertinente, pues llama la atención sobre las ignominias sufridas por algunas mujeres y, a la vez, da cuenta de la evolución de una ciudad viva, con sus metamorfosis y personajes memorables, moldeados por la textura del tiempo y el espacio.El lector comprobará que los acontecimientos que aquí se relatan, ocurridos a mujeres y hombres de este pequeño lugar del mundo, y que en su tiempo propiciaron acalorados debates en cafés y periódicos y avivaron el fuego de las murmuraciones, en el fondo plantean interrogantes universales sobre la condición humana.

    Moscas de todos los colores

    Jorge Mario Betancur Gómez

    Con dos estaciones terminales de ferrocarril, el de Antioquia y el de Amagá, una bien dotada plaza de mercado cubierta, trilladoras de café, regimiento militar, iglesia, hoteles, pensiones, almacenes comerciales, pequeñas industrias, depósitos, clubes, cantinas, prostíbulos, restaurantes, cafés y terminales de tranvía, buses, camiones, autos y coches de tracción animal, Guayaquil era el centro de un hervidero de gente de todos los colores, en el Medellín de 1930.Allí nació un mundo contradictorio y complejo. En ese barrio de tradiciones sombrías la ciudad mostraba su dolor, sus vergüenzas, sus diferencias y sus posibilidades y fuerzas, al mismo tiempo. Los diferentes actores sociales, de sectores medios y populares, y de la propia burguesía local, sabían que en Guayaquil se movía algo más que el dinero: los afectos, las culturas y hasta las mentalidades entraban allí en conflicto para dar origen a una masa heterogénea, creativa y dinámica.Instados a rezar, producir y ahorrar, prefirieron conjugar verbos diferentes. Nacer, despilfarrar, robar, cagar, beber, copular, pelear, matar y pedir marcaron el rostro de los seres anónimos que maduraron a Guayaquil, barrio de amores y odios, nacido en Medellín en las dos últimas décadas del siglo xix.