Joaquín Vergara

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    Magdalena

    Joaquín Vergara

    Magdalena narra la vida y milagros de un heterogéneo grupo de lugareños que habitan en un pueblo de Andalucía allá por el año 1950.La vida austera y sacrificada de Magdalena, la principal protagonista de este relato —una mujer humilde, fuerte y un poco desquiciada, que raya la cincuentena y que se ve apurada para sacar adelante a sus diez hijos— experimenta un profundo cambio cuando, después de recuperar el cariño de su marido, comienza el noviazgo de su hija primogénita con un viudo de mediana edad, veinte años mayor que ella, que goza de buena posición, y cuya madre, muy rígida y severa, con frecuentes delirios de grandeza, es conocida en el lugar como la 'señá' Paca.El contacto entre ambas familias trae consigo inevitables choques —las diferencias sociales se hacen patentes cada dos por tres— y, al igual que en la vida real, van alternando los aspectos humorísticos con los sentimentales.Los personajes, una vez empezada la trama, se van desenvolviendo a su aire, ya que el autor ha hecho todo lo posible por dejarlos en absoluta libertad, limitándose a ser un mero cronista. A medida que avanza la acción, van tomando protagonismo nuevos personajes que se entrelazan con los anteriores por circunstancias de la vida.El autor confía en que las andanzas de Magdalena, Julián, Pepona, Gabriel, el Abuelo, don Eufrasio, doña Tula, etc., susciten el interés del lector y su ternura. Y si, además, son capaces de divertirle, ¡muchísimo mejor!

    Aullidos

    Joaquín Vergara

    Aullidos, al principio, era solo un estallido de dolor, un lamento desgarrado de animal herido: el desahogo de un sufridor, que se había visto obligado a soportar en silencio múltiples afrentas, marginaciones e injusticias.Como el globo que se va hinchando e hinchando, hasta que, al fin, explota… Tanta sumisión -sin derecho a réplica- no podía prolongarse más.Más tarde, cuando el autor notó que empezaban a cicatrizar sus heridas, dio un giro al texto, mezclándolo con cierta dosis de ironía y sentido del humor, y aplicándole, al mismo tiempo, una férrea autocensura, que consideró inevitable. Por lo que los aullidos se fueron transformando en un canto a la esperanza -una vez superado el dolor- y sobre todo, en un homenaje a la fantasíaAunque no pretende imponer a los demás su criterio, ni jamás se consideró en posesión de la verdad, asegura que su desbordada imaginacion le ha servido de gran ayuda para vivir. Y, en ocasiones, para sobrevivir. Es algo que forma parte de élProbablemente, debido a su buena voluntad, ha sufrido una infinidad de batacazos, zancadillas y traiciones… Pero, a pesar de ello, aún no ha escarmentado. Por lo que ha pedido que graben en su lápida: Pasó por la vida haciendo «El Indio».