¿Cuáles son los limites del humor? ¿Y qué es realmente lo gracioso? Son preguntas que Rafael Gumucio, director del Instituto de Estudios Humorísticos de la Universidad Diego Portales, recibe de manera incesante. Para profundizar en ellas, en el sustrato sicológico y filosófico del humor, y para conocer diversas practicas del oficio, Gumucio entrevistó largamente —en la universidad, con público— a humoristas y otros profesionales (Stefan Kramer, Natalia Valdebenito, Paloma Salas, Mauricio Redolés, León Murillo, Edo Caroe, Jorge Alis, Delfina Guzmán, Adriano Castillo, Alberto Montt, Daniel Samper, Isabel Behncke), y el resultado es este libro lleno de anécdotas graciosas, sabiduría práctica y reflexiones impensadas. «El humor, como los faros en la costa, es lo que ilumina las fronteras del lenguaje. Es lo que señala que allá, más allá, está la alta mar del inconsciente y de la guerra, del insulto y del duelo. (…) El límite del humor es que no haya nadie para reírse con él.»
Una importante selección de lo más destacado de nuestro folclor poético, recopilado por la reconocida educadora Verónica Herrera por más de 30 años.
Rimas, juegos de palmas para saltar y bailar, refranes y dichos, adivinanzas, trabalenguas, canciones, acompañadas de sus partituras y muchas otras manifestaciones de la tradición oral, llegan a los lectores para difundir, en especial en la primera infancia, el gusto por las palabras, la literatura y la lectura.
"Salté de la infancia a la vida adulta sin intermedio", escribe Rafael Gumucio en este libro que puede ser leído como la continuación de Memorias prematuras y donde el escritor narra su iniciación en la literatura, en el periodismo y en el amor. Son los años 90, los de la transición, años marcados por las componendas y los tabúes, pero también por cierta efervescencia cultural de la que el propio Gumucio fue protagonista en el canal Rock & Pop, el taller de cuentos de Antonio Skármeta y la editorial Planeta. Como instantáneas de una polaroid cubiertas por una pátina de comicidad, por estas páginas circulan las imágenes de dramaturgos experimentales que terminaron haciendo teleseries, escritores entonces exitosos y hoy de segunda fila, idealistas de izquierda que derivaron en el robo de bancos, políticos que se sintieron más cómodos en el mundo privado y un dictador omnipresente que fue encerrado en una clínica, presa del miedo y motivo de burlas de toda índole. Egotista y dueño de una prosa caudalosa, rica en paradojas y relaciones insospechadas, aquí Gumucio saca lo mejor de sí para mostrar un país más temeroso que esperanzado, con muchas heridas todavía abiertas y conversaciones pendientes. La edad media es, entonces, un ejercicio literario que no renuncia a la indagación histórica y social, y menos aún a la exploración del yo de un sujeto cómico y decidido a hacerse notar a como dé lugar. «Soy un genio pero sé que fracasé, porque tengo que escribirlo», arremete contra sí mismo. «Ustedes deberían decirme si yo fuera un genio de verdad, debería ser nuestro secreto, pero yo no tengo secretos, les hago pensar que tengo algún tipo de pudor todavía, pero no es verdad».