Fernando González

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    Don Mirócletes

    Fernando González

    La Corporación Otraparte y la Editorial EAFIT ofrecen la presente edición de Don Mirócletes, una de las obras principales en el naciente ejercicio intelectual, entre lo filosófico, lo literario y lo político, de Fernando González. Dos ediciones aparecieron en Europa mientras fue diplomático en Génova y en Marsella. En 1932 es publicada por primera vez en París por la Editorial le Livre Libre. Una segunda edición, en 1934, apareció en Barcelona, editada por la Editorial Juventud, que también publicó El Hermafrodita dormido (1933) y Mi Compadre (1934), pero al parecer dicha edición no llegó a Colombia y la Corporación solo tuvo conocimiento de ella en 2017. Otra «segunda edición», de 1973, se publicó en Colombia por la Editorial Bedout, y una tercera en 1994 por la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana.
    Esta Quinta edición, que ahora presentamos, es una revisión de las cuatro ediciones precedentes, aunando en una misma línea cronológica el camino editorial de una obra en la que resalta la vida palpitante en unos personajes harto complejos, «latentes en el autor», según se anuncia en el prólogo original. «Este es mi libro, el libro más mío», afirmó Fernando González en una entrevista para el periódico liberal Relator de Cali en 1936.

    El Hermafrodita dormido

    Fernando González

    Siempre hay seres humanos detrás de nuestras acciones. Por ejemplo, al publicar mis libros he sentido que sería muy bueno que Alfonso y José Vicente González dijeran que estaban agradables. El último murió en 1932. Me falta un ala. Este es para Alfonso. Aparecen tantos jóvenes y mueren tantos colegas de juventud, que estoy medio muerto, por lo menos se me quita el miedo a la muerte. Las nuevas juventudes son como nuevas visitas, con quienes no encontramos qué decir. Decididamente, pasados los treinta años, cada día es más evidente que nuestro puesto en la tierra lo necesitan y reclaman otros. ¡Abran campo, pues, queridos amigos muertos, que me siento empujado hacia vosotros! Pero mientras tanto cantemos a la juventud, que es lo único. Lo demás son las meras nadas. La juventud es bella aunque no se bañe. Por eso, por amor a ella, para no separármele, he querido permanecer siempre aficionado y no ser profesional. Así puedo contradecirme, no tengo obligaciones, me parece que estoy aún en el colegio de los jesuitas y que no he terminado mi documentación. Porque soy también un jesuita soltado. Me da hasta risa pensar en el asco que le tengo a la terminación de los estudios, a la vejez y a la muerte. Porque cuando uno cree que ya sabe una cosa, es porque ya se murió. Todos son muertos, menos los que nos documentamos y nos documentamos, como los jueces que se demoran y se demoran. ¿El juicio? ¡Va! Eso es matar el proceso filosófico… Lo único que sé es que la filosofía es un camino, una amistad y no un matrimonio con la verdad. Ésta no se ha casado, es virgen, una virgen juguetona. Quien afirme que ha poseído la verdad es un… viejo sofista.

    Cartas a Simón 1950 – 1959

    Fernando González

    En esta recuperación de correspondencia escrita y enviada por el maestro Fernando González a su hijo Simón González Restrepo, por supuesto sin intención alguna de llegar a ser publicadas, se revela al lector un ser humano desconocido, o apenas instituido en su nutrida obra de analítico y profundo pensador; duro, no pocas veces. Es la faceta del padre amoroso, intimo ¡y generoso que con familiar ternura se da a los suyos en lo que de material y de espiritualidad tiene Hay en estas cartas un invaluable retrato de Fernando González; cómo procuraba el dinero para sobrevivir y mantener a su familia; cómo resistía a los embates de su propio cuerpo y cómo quería a ese muchacho que se le iba para Estados Unidos a estudiar. En esta escritura epistolar palpita el amor filial de un padre esmerado. Y más que de un padre, de un pedagogo, un pensador – Felipe Restrepo David

    Los negroides

    Fernando González

    Vanidad significa carencia de sustancia; apariencia vacía. Decimos «vano de la ventana», «fruto vano». El papel moneda, por ejemplo, es una vanidad. Apariencia no respaldada, apariencia de nada, eso es vanidad. Llamamos vanidoso a un acto, cuando no es centrífugo, es decir, cuando no es manifestación de individualidad. Por ejemplo, el estudiar, no por gana, no por instinto Íntimo, sino para ser tenido por estudioso.
    Acto de vanidad es el ejecutado para ser considerado socialmente. Aparentar es el fin del vanidoso. Vanidoso es quien obra, no por íntima determinación, sino atendiendo a la consideración social. Vanidad es la ausencia de motivos Íntimos, propios, y la hipertrofia del deseo de ser considerado.

    El maestro de escuela

    Fernando González

    Puedo decir que esta es una de las obras que heredé de Manjarrés, pues yo estaba allí cuando murió y tuve la corazonada de esculcarle los calzones y en el bolsillo de atrás hallé libretas de las que usan los carniceros para apuntar los fiados. Podría atreverme a decir que yo era el único que estaba allí.Me parece ver la habitación, la cama y el ataúd, y revivo el instante en que logré este libro. ¡Casi se va con él! Emilia la planchadora fue la que esculcó y yo soy el que lo extrajo. Fernando González

    Una tesis. El derecho a no obedecer

    Fernando González

    Un siglo ha pasado desde el parto de aquel provocador compendio de reflexiones, inicialmente nombrado El derecho a no obedecer, que ocasionó el deleite de unos y el desgreño de otros. Su título oficial finalmente fue Una tesis y constituyó el trabajo de grado con el que Fernando González optó por el título de doctor en Derecho y Ciencias Políticas en 1919 en la Universidad de Antioquia, tres años después de haber publicado con notable éxito la obra Pensamientos de un viejo. Esta edición conmemorativa recoge no solo la tesis, sino también ocho escritos de González en sus diferentes roles como abogado y varios pasajes de sus libros en los que reflexiona sobre este oficio.

    Viaje a pie 1929

    Fernando González

    La vida no es un sueño, es un viaje: un . Y para viajar hay que estar despierto, ¿no? Despierte, pues, si quiere leer a Fernando González.Usted preguntará ¿a dónde lo llevará este viaje Yo digo: el hombre tiene sino sus dos pies, su corazón y un camino que no conduce a ninguna parte. Pero ante este libro la respuesta es muy simple: este viaje lo conduce a usted mismo.El maestro enseñaba que los conceptos son el estiércol del alma. Eso es lo que no haré en estas páginas: estercolar conceptos sobre .Si acepté escribirla, no es para ostentar mértios de una amistad cancelada por la muerte. Por lo demás, es un esfuerzo que excede su posibilidad. Pero hay una manera de ser digno: siendo fiel.Viaje a pie.

    Pensamiento de un viejo

    Fernando González

    Joven es, con fresquísimo rostro y delicadas maneras de adolescente, el novel autor, y muy suyos y como tales por él mismo declarados, los pensamientos que llenan las páginas del libro. Lo que hay es que el autor se cree prematuramente envejecido, y que quienes no le conozcan de vista se lo pueden imaginar en efecto, cuando lean, como sujeto de veras provecto, tanto por las extensas y variadas lecturas que descubre haber hecho, cuanto por lo mucho que ahonda cuando piensa, por la intensidad y diversidad de los sentimientos que revela haber experimentado o imaginado vivamente, por la sutileza que gasta cuando analiza, por lo fácil y correcto de su dicción general, por la segura posesión del estilo que se ha creado, por la destreza con que da forma a lo más abstruso o más sutil, y sobre todo, por el amargo pesimismo de su concepto sobre la vida y sobre los bienes que muchos creemos posible hallar en ella, así como por la faz de escéptico que pone cuando parece que va a dar con una verdad, siquiera sea ésta de las crueles y acerbas que, a fuer de pesimista, parecen atraerle y fascinarle.