Traducida al español por primera vez, La fuga de Siberia en un trineo de renos es la obra de un revolucionario impetuoso, sí, pero no tiene nada de alegato político o propaganda. Como protagonista de la Revolución de 1905, sofocada por el poder zarista, un Trotsky de 27 años es enjuiciado y deportado de por vida a Siberia. El destino final está situado sobre el Círculo Polar Ártico, a 1600 km de la estación de tren más cercana. En una de las postas del trayecto, el prisionero inicia la fuga a través de la estepa siberiana, territorio salvaje y extremo, con temperaturas por debajo de los -25 ºC y poblaciones con costumbres, penurias y solidaridades que él no conoce. Este es el relato en primera persona de esas jornadas extenuantes, llenas de acechanzas. Temiendo cada minuto por su captura y confiando su vida y su libertad al imprevisible cochero Nikifor, que no para de beber, Trotsky se convierte, acaso contra su voluntad, en un viajero. Transita por la tundra, se fascina con los renos, pasa las noches junto al fuego como un siberiano nómade más, urde estrategias para no ser reconocido, toma notas mientras se asegura de tener a mano el revólver como último recurso para defenderse. Diario de viaje escrito sobre la marcha, agitado por el suspenso y la expectativa, La fuga de Siberia… nos muestra la intimidad del joven Trotsky, y a un narrador literario en estado puro.
"Usted, doctor, es lo que llamamos un perejil. Un perejil hecho y derecho, aunque se haya graduado en la Sorbona. Sus amigos revolucionarios están afuera. Ellos se rajan y a usted lo dejan aquí". Horas después de haber sido secuestrado en su casa por un grupo de tareas, Emilio de Ípola recibió así las primeras «razones» de su detención. Era abril de 1976. Durante los siguientes veinte meses, el autor de este libro pasaría por las cárceles de Devoto, La Plata y Caseros, antes de dejar el país en un exilio forzado. No es exagerado decir que su oficio de sociólogo lo ayudó a sobrevivir. Este libro –que incluye también el texto ya clásico «La bemba»– está hecho de las memorias de aquella experiencia, de un esfuerzo por dar algún sentido a lo que solo podía justificarse en la sinrazón violenta de la dictadura. Apuntes sobre las vivencias del tiempo y el espacio en una celda estrecha donde únicamente se puede esperar, relatos sobre compañeros cuyo destino nunca se conoció, militares y guardiacárceles que «temían» a los «intelectuales» detenidos, delaciones y lealtades: un mundo del que De Ípola logró en su momento tomar distancia y sobre el que aplicó su aguda mirada sociológica. Más de cuarenta años después, el tiempo parece haber depurado aquellos recuerdos. En estas páginas vuelven en relatos que, mientras muestran con elegancia y sin golpes bajos el lado más humano de una experiencia límite, logran no abandonar nunca el intento de entender. En la prolífica genealogía de trabajos que han contribuido a dar sentido a la experiencia política, social y cultural de la última dictadura, este libro es una muestra cabal de la potencia de las ciencias sociales para acomodarse –junto con el arte, seguramente– entre las herramientas que permiten a los seres humanos encontrar significado aun en el límite y en el absurdo.
Hijo de Armando Cabo, un dirigente metalúrgico muy cercano a Eva Perón, Dardo Cabo nació en 1941 y fue asesinado por los militares en 1977. Había vivido muchas vidas: los bombardeos del 55, el riesgo y la frustración de la resistencia peronista, las derivas turbulentas de la militancia –de Tacuara al nacionalismo peronista del Movimiento Nueva Argentina, y después a Descamisados y a Montoneros–. Entre la biografía, la historia y el ensayo de discusión política, este libro cuenta la vida de un personaje incómodo que no entró de lleno en ninguna memoria oficial, y a través de él, cuenta la historia del peronismo en su versión más plebeya y tumultuosa, esa que solo confía en la movilización y la revuelta de las masas trabajadoras y que –a contrapelo del propio Perón– siente el orden y las instituciones como una claudicación. Vicente Palermo vuelve sobre el pasado sin propósito edificante. No le interesa reivindicar ni execrar. Le interesa mostrar a Dardo Cabo en su intimidad de hombre y militante, ahí donde confluyen mística peronista, nacionalismo revolucionario y arrojo aventurero: asistente de Vandor, líder del grupo que secuestra un avión para forzarlo a aterrizar en las Islas Malvinas en 1966, jefe de custodia de Isabel Perón en su visita al país en los sesenta, periodista que entrevista a Borges, lector ferviente de pensadores mesiánicos y católicos. Sin desviarse nunca de esa vida breve, de sus amores y sus apuestas políticas, Vicente Palermo discute honestamente con Dardo Cabo reconociendo –siempre– su estatura. Lo interpela, le pide que piense para los lectores del presente, sin nostalgia, qué se jugaba en ese peronismo enardecido, qué lo diferenciaba de otros peronismos, por qué la violencia, por qué la entrega total a una causa. Y logra el prodigio de devolverle carnadura humana a un personaje desdibujado por el mito y el olvido.