Søren Kierkegaard (1813-1855) dedicó los diez últimos años de su vida a trabajar en un texto sobre la figura del pastor Adolph P. Adler, que en agosto de 1845 había sido apartado del sacerdocio tras afirmar haber tenido una revelación. Kierkegaard ve en Adler un fenómeno que refleja la confusión de su época sobre lo que significa ser cristiano desde la relación entre el individuo y la autoridad. Con este motivo, elabora una síntesis de su pensamiento ético-religioso que solo verá la luz póstumamente y que hasta ahora era desconocida para el lector español. – «Un volumen que traslada por primera vez al español el ciclo de ensayos éticos y religiosos que el pensador danés escribió durante los últimos 10 años de su vida». ( Babelia)
Escrito literalmente intempestivo, la «Ética» de Baruj Spinoza (1632/1677) ha ejercido siempre, desde antes incluso de ser entregada a las prensas, una fascinación en verdad obsesiva. Para mal como para bien. Las posiciones que en ella se defienden, extrañas al sentido filosófico común de su tiempo —y todavía del nuestro—, han suscitado a la vez el más violento rechazo y la más rendida admiración. Pero quizás no tanto una comprensión cabal de sus envites. Todo lector de la «Ética» ha sido, sigue siendo, el lector de una filosofía por venir. La obra fundamental de un pensador gigante. Babelia Biografía del autor: Hijo de judíos portugueses, probablemente oriundos de España, nació en Amsterdam (1632) y murió en La Haya (1677). Un hecho decidió su vida y su obra: su expulsión de la comunidad judía (1656). Su vida, porque le forzó a dejar el comercio familiar por el oficio de pulidor de lentes y el estudio. Su obra, porque su Tratado teológico-político (1670) es una valiente apología teórica de la libertad de expresión, tanto religiosa como política; y su Ética es uno de los esfuerzos más colosales por realizar una síntesis entre la filosofía clásica y la ciencia moderna. Esas dos obras han mantenido siempre viva su figura, aunque con matices muy diversos. Durante el siglo XVIII, Spinoza fue acusado de ateo por unos y leído con pasión no confesada por otros, como lo desvelaría, al fin, el célebre debate sobre el panteísmo (1785-1786). Fue en ese ambiente romántico donde, por influencia de Hegel -"o Spinoza o ninguna filosofía"-, el siglo XIX inició (1802-1803) la serie de ediciones y traducciones, estudios históricos y teóricos que aún hoy mantienen vigencia. Sobre la base de ese riquísimo material, el siglo XX analizó la obra y la doctrina spinozianas, en una labor incesante y de detalle que continúa hoy día.
En estas lecciones hace Edmund Husserl (1859-1938) una exposición crítica de la historia de la ética, especialmente, moderna, que le permite defender la validez de los principios éticos rechazando las diferentes formas de hedonismo y describir los modos pasivo y activo de la motivación en cuanto legalidad del devenir espiritual. En la medida en que delimitan el concepto de ética como disciplina filosófica suprema y precisan el sentido de la mejor vida posible, estos textos hacen las veces de bisagra entre la ética formal del periodo de Gotinga y los escritos de orden metafísico, en los que se aborda la posibilidad de una existencia auténtica.
Escrito literalmente intempestivo, la «Ética» de Baruj Spinoza (1632/1677) ha ejercido siempre, desde antes incluso de ser entregada a las prensas, una fascinación en verdad obsesiva. Para mal como para bien. Las posiciones que en ella se defienden, extrañas al sentido filosófico común de su tiempo —y todavía del nuestro—, han suscitado a la vez el más violento rechazo y la más rendida admiración. Pero quizás no tanto una comprensión cabal de sus envites. Todo lector de la «Ética» ha sido, sigue siendo, el lector de una filosofía por venir.