Название | Gloria Principal |
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Автор произведения | Джек Марс |
Жанр | Современные детективы |
Серия | La Forja de Luke Stone |
Издательство | Современные детективы |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9781094342887 |
Jack Mars es el autor de la serie de thriller de LUKE STONE, número uno en ventas de USA Today, que incluye siete libros. También es el autor de la nueva serie de precuelas LA FORJA DE LUKE STONE, que comprende tres libros (y subiendo); y de la serie de suspense de espías AGENTE ZERO, que comprende siete libros (y subiendo).
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POR TODOS LOS MEDIOS NECESARIOS (Libro #1)
JURAMENTO DE CARGO (Libro #2)
OBJETIVO PRINCIPAL (Libro #1)
MANDO PRINCIPAL (Libro #2)
AMENAZA PRINCIPAL (Libro #3)
GLORIA PRINCIPAL (Libro #4)
AGENTE CERO (Libro #1)
OBJETIVO CERO (Libro #2)
CACERÍA CERO (Libro #3)
ATRAPANDO A CERO (Libro #4)
CAPÍTULO UNO
14 de octubre de 2005
18:11 h., hora del Líbano (11:11 h., hora del Este)
Trípoli, Líbano norte
—¿Qué está diciendo?
El pistolero alto, delgado y rubio miraba a través de la mira telescópica de un rifle QBU-88 de fabricación china. El hombre había pasado las últimas veinticuatro horas familiarizándose íntimamente con esta arma. Era una imitación del viejo rifle de francotirador ruso, el Dragunov. El hombre había disparado un Dragunov en el pasado. Este era mejor.
El alumno había superado al profesor. Los chinos eran los mejores imitadores de la Tierra. Copiaban cualquier cosa y luego la mejoraban.
El hombre yacía boca abajo, en medio de un denso follaje, en una meseta desde donde se dominaba la ciudad de Trípoli, con el arma apuntando frente a él sobre las patas de un bípode. En su mente, podía imaginarse el hocico oscuro de esta cosa asomando entre los arbustos. Estaba seguro de ser prácticamente invisible donde estaba.
A su izquierda, debajo de él, antiguos edificios de piedra de muchos colores desteñidos y descoloridos marchaban como soldados por la empinada ladera hacia el mar azul profundo.
El nombre del pistolero no era Kevin Murphy. Su pasaporte canadiense decía que se llamaba Sean Casey. Su permiso de conducir de Ontario indicaba exactamente lo mismo. Un canadiense llamado Sean Casey era algo bueno y nada amenazante.
Era solo un canadiense aventurero trotamundos, que visitaba destinos fuera de lo común como la destartalada, andrajosa, pero todavía muy hermosa, segunda ciudad más importante del Líbano, encaramada como una joya en la costa mediterránea.
Nada que ver aquí.
Hacía solo un minuto, el sol se había deslizado bajo el mar en un espectacular alboroto de amarillos y naranjas, con solo un destello verde al final. El pistolero que no se llamaba Murphy siempre estaba atento a ese destello verde. Lo había visto en tantos lugares que hacía mucho que había perdido la cuenta.
En el círculo de la mira telescópica del hombre que no era Murphy, había un hombre con una barba negra, salpicada de blanco. El hombre llevaba un pañuelo a cuadros rojos y blancos en la cabeza. Su nombre era Abdel Aahad. Tenía cincuenta y tantos años, era un caudillo suní radical y líder de la milicia, que había estado operando en esta ciudad abandonada durante los últimos veinte años. Pero no iba a hacerlo duramente mucho más tiempo.
Aahad estaba sentado en un patio, a unos novecientos metros de distancia, nueve campos de fútbol, y tal vez tres pisos más abajo. Era un disparo complicado, justo al límite del alcance efectivo de esta arma. La diferencia de altitud lo hacía aún más difícil. La leve brisa que llegaba del mar añadía una dificultad extra.
El sol se había puesto. La noche llegaría pronto. Si este disparo tenía que suceder, iba a suceder ahora mismo.
–Simplemente ha dicho: “Mata la cabeza y el cuerpo morirá”.
El que no era Murphy no miró a su observador, un niño llamado Ferjal.
Ferjal era un recluta de Hezbollah. Aún no había cumplido los dieciocho, pero llevaba haciendo locuras peligrosas desde los catorce o quince. No parecía tener más de doce años. Estaba al lado del que no era Murphy en los arbustos, en la profunda ubicación en la que tantos humanos, en tantas partes del mundo, todavía estaban.
Los estadounidenses no necesitaban lugares profundos como ese. Los estadounidenses tenían un pequeño invento ingenioso llamado “la silla”.
El hombre que no era Murphy sabía que Ferjal tenía un auricular en un oído y estaba escuchando la conversación en árabe que se estaba desarrollando en ese lejano patio de piedra. Abdel Aahad tenía muchos amigos en este mundo, pero el hombre que estaba sentado con él en el patio no era uno de ellos.
–¿De verdad ha dicho eso?
–Sí. ¿Te suena esta frase?
El que no era Murphy se encogió de hombros, muy levemente, sin apartar la mirada del visor.
–La he oído al revés. “Mata el cuerpo y la cabeza morirá”, lo cual es más preciso. Dependiendo del contexto, matar la cabeza y que el cuerpo muera es obvia y demostrablemente falso. Es muy difícil acercarse a la cabeza y, de todos modos, una nueva cabeza ocupará su puesto. El cuerpo, sin embargo…
–El contexto es el Presidente estadounidense —dijo Ferjal.
El que no era Murphy observó la mandíbula de Abdel Aahad moverse mientras hablaba. Muy, muy lentamente, colocó el centro de su mira telescópica justo sobre la sien de Aahad y un poco a la izquierda. Aahad estaba lejos. El proyectil pesado que disparaba este rifle era perforante, por lo que no había por qué preocuparse. Un cráneo humano era cualquier cosa menos una armadura. Todo lo que tenía que hacer era impactar en la cabeza de Aahad en cualquier parte y estallaría como un tomate cherry.
Pero la trayectoria del disparo era notoriamente plana y perdería algo de impulso por el camino, por lo que necesitaba apuntar un poco alto. La brisa del agua también alteraría el curso de la bala en una mínima cantidad, empujándola sólo… a… la… derecha.
–Una fantasía, en ese caso —dijo.
El que no era Murphy no vio a Ferjal asentir, solo lo sintió.
–Sí. Toda una fantasía asombrosa. Están imaginando capturar al Presidente estadounidense y trasladarlo a un lugar donde esté vigente la ley sharia wahabita. Luego lo llevarán ante los jueces y lo condenarán