Tras Tokio Redux (Mejor Novela Negra del 2021 según El País) y Tokio año cero, rematamos la Trilogía de Tokio de David Peace con esta sensacional novela de intriga.Tokio, 26 de enero de 1948. Un hombre entra en una sucursal del Banco Teikoku, se identifica como funcionario de salud pública e informa a los empleados que ha de administrarles una vacuna para contener un brote de disentería. Minutos más tarde, doce de los trabajadores mueren, cuatro caen inconscientes y el falso doctor desaparece con el dinero. Sobre la nieve que cubre la ciudad ocupada por los estadounidenses, un escritor corre desesperado, tratando de concluir la crónica de aquella masacre sin sentido.Encuentra refugio y respuestas en la oscuridad de un templo en ruinas: un ritual arcano evoca a los testigos del crimen, cada uno con su propio fragmento de verdad. A la luz vacilante de doce velas, desfilan policías y delincuentes, chivos expiatorios y ocultistas, muertos que no encuentran descanso y vivos que se sienten culpables por no estar muertos. Guiado por estas voces de las sombras, el escritor rastrea informes confidenciales sobre el uso de armas químicas en Manchuria durante la guerra, confesiones avergonzadas de quienes las aplicaron y diarios desquiciados de quienes las investigaron, enfrentándose a la cambiante y esquiva verdad. Con Ciudad ocupada, segundo capítulo de la Trilogía de Tokio, David Peace recrea el caso real y desconcertante del envenenamiento en el Banco Teikoku.
Un coming-of-age lírico, espiritual y feminista ambientado en el Ohio rural de los años sesenta e inspirado en la historia familiar de la autora. Soy Betty Carpenter, nací en una bañera en 1954 y crecí en el pueblo de Breathed, Ohio. De mis ocho hermanos fui la única que heredé la piel oscura de mi papá Landon, que era cheroqui. De niña creía que ser cheroqui significaba estar atado a la luna. También quería ser una princesa con un vestido hecho de carcasas de cigarra y alas de violetas.¿Tú te has visto en el espejo?, me decía mi mamá Alka, que arrastraba tantas piedras del pasado como las que tenía mi hermanito Lint en la cabeza. Yo ofrendaba flores de cerezo y medias de nailon de mamá al río para quitarme el moreno, pero no funcionaba. Tampoco le funcionaba el río a mi hermana Flossie, que le mandaba cartas a Elvis en botellas que nunca recibían respuesta.Flossie nació para ser una estrella. Mi dulce hermana mayor Fraya, en cambio, lo hizo para cargar con las piedras malditas de las mujeres de la familia. Y yo nací, según papá, para ser la calabaza, la protectora de mis hermanas. Ese es tu cometido, Pequeña India. Él, con su magia ancestral y su infinita ternura, me enseñó que era poderosa.
Una cálida tarde de las postrimerías del siglo pasado, una muchacha de unos veinte años atravesaba los límites de Hampshire desde uno de sus condados limítrofes. Llevaba un vestido de lana de color marrón y un gorro de piel de castor adornado con dos pequeñas plumas de avestruz colocadas a ambos lados de su cabeza como signos de interrogación. Esa muchacha es Flora Thompson, alias Laura, y el pueblo en cuestión, Grayshott, donde Flora se estableció en 1898 como encargada de la oficina de correos. Un nuevo capítulo en la vida de esta maravillosa mujer, siempre dispuesta a contarnos, con una reconfortante serenidad, su entorno natural y sus gentes, pero también las diferencias de clase, los prejuicios contra las mujeres o los modernos «bohemios» del momento en un mundo rural cambiante que las nuevas cámaras Kodak empezaban a fotografiar para la posteridad.
Miguel Ángel Martínez del Arco
Hace mucho tiempo. Una mujer pasó diecinueve años en la cárcel. En el franquismo. Con otras muchas. Era mi madre. Mantuvo una relación con un hombre que pasó diecinueve años en otra cárcel. Con otros muchos. Era mi padre. Luego «salieron». Y regresaron. A otra cárcel. Con otros. Esta es su historia. No. Claro que no. Esto es solo una exploración. Un viaje. Tras las palabras de unas cartas.»Manolita del Arco fue la mujer que más años pasó en las cárceles del franquismo. Entró en ella después de un tiempo frenético en la clandestinidad, tratando de recomponer la oposición a la dictadura tras el final de la guerra civil. Hasta que llegó la inevitable delación. Luego, diecinueve años entre rejas, en los que, junto a sus compañeras, se negó a doblegarse ante la dictadura.Miguel Martínez del Arco recorre los pasos de su madre en esta vibrante novela. Un espléndido ejercicio de memoria democrática, que comienza con el golpe de Casado en marzo de 1939 y acaba bajo un estado de sitio en 1976, con un grupo de ancianas irreductibles celebrando la vida.
Un pizzaiolo corsario sacado de una novela de aventuras, un limpiador de retretes gemelo de Pavarotti y un actor radiofónico shakespeariano, comparten vida, peripecias y trabajo con un grupo de chavs y un italiano emigrado a Inglaterra en los años noventa.Ese italiano es Alberto, el primero de su familia en ir a la universidad, para descubrir que la estabilidad laboral se había esfumado con la generación de su padre, siderúrgico del norte de Italia, y que a él le esperaba la precariedad y la emigración.En 108 metros se habla de fuga de cerebros, pero también de limpieza de baños en Bristol, de platos fregados en un comedor de Dorset o comandas servidas en una falsa pizzería napolitana regentada por turcos. De fondo, el Brexit y una clase trabajadora empobrecida que busca su propio orgullo. Entre peleas, cervezas y fútbol, los personajes de antiguas novelas de Salgari y Stevenson se reencarnan en las cocinas del otro lado del Canal mientras el espectro de Margaret Thatcher persigue al protagonista por toda la novela.Finalmente, el regreso a una Italia en la que la torre oxidada de la acería de Piombino, la que forjaba raíles de 108 metros, aún da sombra a los campos de carbonilla donde los críos de los años ochenta soñaban con convertirse en jugadores del Livorno.
El 5 de julio de 1949 la Ocupación tenía resaca. El Japón ocupado militarmente por los Estados Unidos se despierta de los festejos del Cuatro de Julio con una preocupante noticia: Sadanori Shimoyama, el presidente de la Empresa Nacional de Ferrocarriles, el hombre que adora los trenes, ha desaparecido. Sobre él pesan amenazas de muerte tras anunciar cien mil despidos. Shimoyama es pieza clave para que todo siga funcionando bajo la Ocupación, para que el país ame a sus nuevos amos, para que no estalle la tercera guerra mundial. El general Willoughby, mano derecha del comandante supremo MacArthur, su fascista favorito, encarga al detective Harry Sweeney que centre todos los recursos disponibles en encontrar a Shimoyama.En 1964, mientras el país prepara los Juegos Olímpicos, al expolicía Hideki Murota, le encargan averiguar qué ha sido de Roman Kuroda, escritor obsesionado con el misterio Shimoyama. Su editor le ha dado un cuantioso anticipo para que escriba el gran libro sobre el caso y el plazo del contrato está a punto de expirar.Y en el otoño de 1988, mientras el emperador Hirohito agoniza, Donald Reichenbach, el prestigioso traductor estadounidense afincado en Japón, recibe la visita de una joven compatriota. Viene a exigirle información sobre los lejanos días en los que el joven Reichenbach trabajaba para el contraespionaje americano en el país del sol naciente. Tokio Redux es la historia de tres hombres atrapados en la locura que envuelve el caso Shimoyama, una espectacular novela negra de corte clásico a la que David Peace ha dedicado diez años y que pone broche de oro a su Trilogía de Tokio.
A sus cuarenta y muchos años, Katja es una escritora en crisis y una madre sin nido que atender. Como mujer, por cortesía de la sociedad, empieza a volverse invisible, momento ideal para hacer cosas terribles o maravillosas. Y así, en 2015, Katja cambia la pluma por la bata blanca y empieza a trabajar como pedicura en un salón de estética del barrio berlinés de Marzahn, una de las zonas residenciales prefabricadas más grandes de la antigua RDA. Allí viven el señor Paulke —toda una vida arrastrando frigoríficos y pianos—, la dulce señora Guse, que ya tiene escogida la música para sus funerales o Fritz, los pies más bonitos de toda la consulta.Un libro bello e importante, como los cerezos en flor de la pradera frente al salón en primavera; como la incombustible señora Blumeier rodando risueña entre ellos con su elegante modelo eléctrico; o como una resplandeciente manicura de fantasía.
Arraianos nos traslada a la frontera difusa entre la Galicia interior y el norte de Portugal, territorio de meigas, de la lluvia y el granito de las casonas solariegas. En diez relatos Ferrín nos sumerge en su universo particular, inquietante como la nublina que de improviso cubre a los protagonistas de estas historias. La Raya es la línea invisible que separa a los habitantes de Galicia y Portugal, tierra repleta de historia de contrabando, luchas de poder, caciquismo y sometimiento a las autoridades.Arraianos es un clásico contemporáneo de la literatura gallega, obra cumbre de Xosé Luís Méndez Ferrín, diez historias oscuras y sobrecogedoras.
Pietro Carta y Paolo Mannoni son de la misma quinta: 1899. El padre de Pietro está a cargo de las tierras del padre de Paolo, don Pasqualino Mannoni, de los Mannoni que se hicieron ricos con el pecorino. Viven en el pequeño pueblo de Lollove, en pleno corazón de Cerdeña, y juntos se crían al aire libre, bajo la estricta supervisión de Annica, la gobernanta.El señorito Paolo, frágil y dependiente, va a la escuela y se precia de enseñar a Pietro a leer y a escribir. Pietro, fuerte como una cría de muflón, presume de conocer todos los secretos de la naturaleza. En el continente ha estallado la Gran Guerra, y llega el día en que Paolo es llamado a filas y que Pietro, por un pacto entre familias, se ve obligado a alistarse también. Pero en el frente esos pactos de clase son papel mojado, igual que la brecha entre ricos y pobres.
Después de cometer un ridículo acto de sabotaje contra el gobierno, las gemelas Kara y Yara se unen a los partisanos búlgaros en su lucha contra el ocupante nazi. Pero su llegada pone patas arriba el campamento guerrillero.Los veteranos combatientes pierden la cabeza por las hermanas y el áspero comandante Medved se desespera ante la relajada disciplina de sus hombres. El que no abandona su fusil para ir a orinar, oculta estampitas de santos a los que venera o se masturba con la ropa interior de las voluntariosas pero cándidas jovencitas.Cuando al poco tiempo el campamento es atacado por fuerzas del gobierno, lideradas por el temible Capitán Noche, los pocos supervivientes han de refugiarse en el bosque de Dadán, plagado de bandidos y de terribles leyendas.