Название | Porno feminista |
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Автор произведения | Группа авторов |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | UHF |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418403088 |
Incluso si había gran cantidad de porno que no me gustaba mucho, sentía que era básicamente benigno. Pero todavía tenía que enfrentarme a mis sentimientos por haber traicionado a mis hermanas del movimiento. En numerosas ocasiones se me había puesto en cuestión por la contradicción de ser una feminista activa que participaba en películas pornográficas, como si ambas cosas fueran por naturaleza mutuamente excluyentes. Nunca conseguía dar una respuesta satisfactoria que no fuera que mi cuerpo era mío y que yo era libre de hacer con él lo que quisiera. Pero aun así la mayor parte de la gente estaba en contra del porno y yo tenía que admitir que, a pesar de mis años volando alegremente contra las convenciones sociales, sí que me importaba lo que los demás pensaran de mí. Me habría gustado que no me importase, pero no tenía sentido mentirme a mí misma. Así que, ¿por qué, con toda la formación y educación que yo tenía, había elegido hacer un trabajo del que reniega la mayor parte de la sociedad, un trabajo que finalmente limitaría mis oportunidades profesionales futuras? (No dejéis que las historias de éxito moderado de Tracy Lords o incluso Sasha Grey os engañen y os lleven a pensar que el tabú ha terminado: como siempre digo, todavía vivimos en una cultura que consume porno ávidamente mientras al mismo tiempo margina a las mujeres que participan en él). Es cierto que muchas de las mujeres que empiezan a desempeñar un trabajo sexual lo hacen por motivos poco positivos, como por ejemplo para superar sentimientos de falta de autoestima o de odio hacia sí mismas. Pero también hay muchas mujeres que lo hacen porque disfrutan del sexo y les gusta la idea de tener relaciones sexuales por dinero, o al menos porque lo encuentran mucho menos opresor y mucho más lucrativo que algunas de sus otras opciones. Mis motivos contenían elementos de cada uno de esos casos. Descubrí que me era mucho más fácil actuar en películas porno que dedicar todo mi tiempo a un trabajo que no me interesaba lo más mínimo. También comencé a comprender las razones psicológicas profundas que me habían llevado al porno. Creía que mis dones naturales no eran suficientes para obtener el amor y la aprobación de mi padre ausente. Empapada de una cultura que transmite a las chicas jóvenes que nuestra principal posesión es nuestro atractivo, llegué a la conclusión de que mi sexualidad era la forma en la que conseguiría satisfacer mis necesidades. ¿Y qué mejor manera de obtener el amor y la aprobación que tanto deseaba que convertirme en una solicitada estrella del porno?
El tiempo que pasé en terapia me trajo la paz y autoaceptación que buscaba. Yo pensaba que mi viaje introspectivo me llevaría a un cierre del capítulo pornográfico de mi vida, pero de hecho me lanzó más profundamente hacia el mundo del porno de lo que yo podía haberme imaginado. Al ganar la claridad y autocompasión que necesitaba para seguir adelante con mi vida, empezó a invadirme una cierta curiosidad. Me descubrí preguntándome qué aspecto tendrían las películas porno que las mujeres encontraran atractivas. También comencé a sentir un deseo de compensar a las mujeres tras haber actuado en un porno centrado en los hombres, y que dejaba a la mujer a un lado. Así que, ¿por qué no crear películas para adultos que proporcionaran información útil sobre el sexo y fueran representativas del deseo de la mujer? Después de todo, hasta hacía poco, para muchas personas el porno había sido la única fuente de información sexual. Empecé a vislumbrar su potencial como una manera de educar y al mismo tiempo entretener a sus espectadores, y así compensar tanto a las mujeres como a las parejas que quisieran entender mejor las necesidades del otro.
En 1983, varios eventos culturales se unieron para crear el momento perfecto para que floreciera este concepto. El movimiento de liberación de la mujer les había dado a las mujeres permiso para explorar su sexualidad. Tenían curiosidad por ver películas sexis, pero la mayor parte de las mujeres no estaba cómoda con lo que encontraba en el porno existente. Resultó que también había muchos hombres que estaban buscando algo diferente, y querían encontrar películas que sus compañeras pudieran disfrutar. Al mismo tiempo llegaron al mercado la televisión por cable y el vídeo doméstico, con lo que de repente había una manera de ver películas en la privacidad de tu hogar. Ahora las mujeres podían echar un ojo desde la seguridad de sus propios dominios, y las parejas podían disfrutarlas en privado, en vez de sentarse entre tíos sospechosos envueltos en gabardinas, en sórdidas y oscuras salas de cine con suelos pegajosos. Ahora lo único que necesitaban eran las películas; y ahí estaba yo.
Acepté encantada el reto de crear erotismo explícito que fuera excitante, hecho con buen oficio y, sobre todo, positivo para la mujer. Estaba convencida de que había un mercado comercial para ello y decidida a demostrarlo. Como incentivo añadido cualquier esperanza que albergara de hacer que Candida Royalle se olvidara se perdió en el momento en el que el porno de los años setenta estuvo disponible en vídeo y televisión por cable. Ponerme detrás de las cámaras me permitió crear películas con las que estar orgullosa de que se me asociara. Era mi manera de servir a la comunidad y al mismo tiempo reivindicar mi nombre, además de ayudar a las mujeres a estar más cómodas con su sexualidad. Todavía vivíamos en un mundo en el que «las chicas buenas no lo hacen», donde los personajes femeninos con un deseo sexual activo de las películas y la televisión tenían que acabar castigadas o arrepentidas de sus pecados. Creí que el entretenimiento para adultos podía ser una herramienta para el conocimiento sexual y el empoderamiento de las mujeres, y podía ayudar a los hombres a entender cómo se sienten las mujeres y qué desean.
Sabía que el elemento más importante que había que cambiar era la representación erótica. No estaba interesada en crear el típico guión de telenovela con lo que pensaban los productores que querían las mujeres, y luego, una vez que llegara el momento de la escena de sexo, pasar a la típica escena de sexo formulista. Aquí aparece mi primera socia empresarial, Lauren Neimi, una fotógrafa con un gran talento y una idea genial: vídeos eróticos rock desde una perspectiva femenina. La mtv hacía furor entonces y Lauren había ido a Nueva York buscando apoyos. Una amistad en común la escuchó vender su idea y le sugirió que hablara conmigo. Yo pensé que era la solución perfecta. El padre de mi marido era un productor de éxito en Europa que había invertido en varios largometrajes estadounidenses de gran presupuesto, y había mencionado varias veces que pensaba que yo sería una buena directora, así que cuando oyó la idea se ofreció a financiarla. Como todas las piezas encajaron tan bien y con tanta facilidad, parecía que era cosa del destino, con lo que abandoné la idea de dejar atrás a Candida Royalle y me rendí a lo que parecía ser mi verdadera vocación.
A principios de 1984 Lauren y yo creamos Femme Productions. Vimos varios tipos de películas porno y eróticas, para que nos ayudaran a determinar cómo hacer que nuestro trabajo funcionara de forma diferente y estuviera más orientado a la mujer. En primer lugar, nos pusimos de acuerdo en que el sexo sería explícito. No estábamos interesadas en tomas excesivamente gráficas de genitales gigantes o lo que llamábamos el «primer plano ginecológico», pero tampoco nos interesaba promover la idea de que los genitales eran feos y debían esconderse de la vista. Como se confirmó con las cartas que recibimos, los espectadores querían verlo todo, pero querían verlo hecho con gusto y sutileza, en vez de que se lo restregaran por la cara. Lo segundo, el todopoderoso money shot tenía que desaparecer.
Pensamos que ya que el 99,9 % del porno acababa todas las escenas con un cum shot, ya era hora de que la gente tuviera una alternativa. Preferíamos mostrar las caras de las personas mientras llegaban al orgasmo, o sus manos apretándose, o sus cuerpos o culos contrayéndose. Y tercero, la fórmula pornográfica también tenía que desaparecer. Queríamos tirarla y empezar desde cero, para centrarnos menos en los genitales y más en la sensualidad. Queríamos retratar una sensación