Angeles, Arcangeles y Fuerzas Invisibles. Robert J. Grant

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Название Angeles, Arcangeles y Fuerzas Invisibles
Автор произведения Robert J. Grant
Жанр Эзотерика
Серия
Издательство Эзотерика
Год выпуска 0
isbn 9780876048795



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luminoso día de verano cuando contaba trece años, Edgar se llevó su Biblia a un lugar recluido del bosque que era su refugio favorito. Mientras se disponía a leer otra vez el Génesis después de terminar el Nuevo Testamento, Edgar observó que la luz del sol se había oscurecido notablemente en el bosque, como si alguien se hubiera interpuesto entre el sol y él. Sobresaltado, vio de que de hecho había una figura parada delante de él. Primero pensó que se trataba de su madre. Sin embargo, cuando sus ojos se adaptaron a la nueva luz, vio que la figura era la más bella de cuantas había visto hasta entonces. Tras los hombros de la mujer había unas formas redondeadas, que llegaban casi hasta el suelo.

      Son alas, pensó Edgar. Son las alas de un ángel.

      Mientras este pensamiento cruzaba su mente, la mujer que estaba ante él sonrió. «Tus oraciones han sido escuchadas», dijo. «Dime cuál es tu mayor deseo, para que yo pueda ofrecértelo».

      Edgar estaba paralizado de miedo y sorpresa. Hay un ángel delante de mí. No podía moverse. Ni hablar. Ni hacer nada. Al cabo de lo que le pareció una eternidad, Edgar oyó su propia voz como si estuviera hablando desde muy lejos.

      «Me gustaría ayudar a la gente, sobre todo a los niños cuando están enfermos».

      Jesús había dedicado su vida a ayudar a las personas, a sanarlas, y Él adoraba los niños. Edgar también quería ser útil. Quería ser un seguidor suyo, igual que un pastor de la iglesia. Edgar se preguntó si la dama había venido porque él deseaba con tantas ganas comprender la Biblia.

      No es sólo una dama, pensó Edgar. ¿Será mi ángel de la guarda? Tan deprisa como había aparecido, la dama se desvaneció ante sus ojos.

      Edgar corrió a su casa para contarle a su madre lo ocurrido. Le preocupaba estar perdiendo la mente; tal vez estaba leyendo demasiado la Biblia.

      «Dijiste que querías ayudar a las personas», dijo su madre. «Eso no es estar loco. Para eso estamos aquí. ¿Y por qué no? ¿Por qué no se te iba a aparecer un ángel? Eres un buen chico».

      Edgar se sintió agradecido y algo intimidado. No estaba acostumbrado a los elogios. La madre de Edgar estaba conjeturando que él podría ser destinado a algún fin superior. Tal vez llegaría a ser médico o pastor de iglesia.

      «Llegarás a ser alguien. De eso estoy segura, Edgar».

      Al día siguiente se sintió cansado, desganado, aburrido. En la escuela, no consiguió concentrarse. Su mente y sus pensamientos vagaban. El maestro se exasperó cuando Edgar no supo deletrear la palabra «cabaña». Era una palabra fácil para un niño de trece años. El maestro castigó a Edgar a quedarse después de clase y escribir la palabra «cabaña» 500 veces en la pizarra. Después de la tediosa tarea, Edgar se fue a casa sintiéndose más cansado que nunca.

      Leslie Cayce estaba esperando que su hijo regresara de la escuela. El maestro había hablado con él, contándole lo mal que se había portado Edgar ese día en la escuela. Leslie regañó al chico en cuanto llegó a casa.

      «Siéntate en esa silla», ordenó. «Vamos a repasar esas clases de ortografía hasta que te las aprendas. ¡Esto es un escándalo!» Durante las tres horas siguientes, Edgar trató y volvió a tratar de deletrear las palabras que su padre le decía; no pareció servir de mucho. Tenía la mente nublada. Era incapaz de recordar las lecciones más básicas de la escuela. Ello enfureció a Leslie, quien regañó a su hijo, gritándole, incluso tirándolo de la silla con un golpe.

      «Vas a escribir correctamente estas palabras aunque tengas que quedarte aquí toda la noche», rugió Leslie. Edgar se sentía triste y decaído; no se comprendía a sí mismo. Mientras su padre se disponía a tomar de nuevo el manual de ortografía, Edgar oyó una voz; era una voz muy clara:

      «Edgar, duérmete sobre el libro y te ayudaremos». Era la voz de la dama, del ángel que había visto el día anterior.

      Edgar suplicó a su padre que le dejara descansar unos minutos para repasar el manual de ortografía. Le prometió ser más aplicado.

      «Por favor. Dame sólo unos minutos».

      Leslie accedió de mala gana a la petición de su hijo, le entregó el manual y salió de la sala. Edgar colocó el libro sobre la mesa y apoyó la cabeza sobre él. Quedó dormido al instante.

      Al cabo de lo que a él le pareció un momento, sintió que su

      padre lo sacudía. «Volvamos a empezar», dijo Leslie. Edgar se

      frotó los ojos para despertarse y se sentó.

      «Cabaña»:

      «C-A-B-A-Ñ-A». Para su asombro, Edgar podía realmente ver la palabra, perfectamente dibujada en su mente. También podía ver las palabras que contenían las demás páginas. Como en una fotografía.

      Leslie Cayce observó, cada vez más desconcertado, que su hijo deletreaba con exactitud cada palabra que él le dictaba. Recurrió en última instancia a las palabras más difíciles del manual.

      «Síntesis»:

      «S-I-N-T-E-S-I-S».

      El desconcierto de Leslie dio paso al enfado. «¿A qué se debe esto? Llevamos toda la noche repasando este manual y tú no sabías deletrear una sola palabra. ¡Ahora resulta que las deletreas todas! ¿Por qué?».

      «No sé», dijo Edgar. «Me quedé dormido encima del manual y ahora puedo ver perfectamente todas las palabras. Como en una foto». No sólo era Edgar capaz de deletrear todas las palabras del libro, sino que sabía en qué páginas aparecían.

      «Vete a la cama», gruñó su padre, meneando la cabeza. «No entiendo en absoluto lo que está ocurriendo». Edgar obedeció a su padre y agradeció calladamente a la dama del bosque la ayuda que le había prestado. Tiene que ser un ángel, pensó.

      A partir de ese día, Edgar dejó de ser un estudiante mediocre para convertirse en uno excepcional. Su extraña habilidad, que le permitía aprender de los libros mientras dormía con la cabeza apoyada en ellos, dio sus frutos en todas las materias del colegio: aritmética, historia, incluso geografía. Edgar retuvo en su mente una reproducción del mapa del mundo que figuraba en el libro. Identificaba todos los continentes y países, y designaba con exactitud las longitudes y latitudes, aunque no supiera qué eran exactamente.

      Leslie Cayce pasó fácilmente de ser un padre desquiciado a uno muy orgulloso de su hijo. Contaba por todo el condado de Christian que a su hijo le bastaba dormirse sobre los libros para aprenderse las lecciones. Cuando se burlaban de él sin piedad sus compañeros de clase, Edgar anhelaba que su padre aprendiera algún día a guardar el secreto.

      La madre de Edgar se limitaba a sonreír y asentir con la cabeza cuando él le narraba anécdotas relacionadas con sus peculiares aptitudes. No dejaba de recordarle que había sido elegido para un propósito especial.

      Un místico de nuestros días

      El caso de Edgar Cayce recuerda esas historias de la Biblia en las que Dios elige a alguna persona especial para convertirla en profeta o mensajero. Tan sólo la madre de Edgar presintió las extraordinarias habilidades que su hijo manifestaría años después, a raíz de su encuentro con un ángel mientras leía la Biblia. Cuando aún era bastante joven, Edgar vivió una experiencia insólita que creó el marco para lo que se convertiría en la relevante labor de toda una vida.

      En 1901, teniendo veinticuatro años, Edgar Cayce perdió la voz. La dolencia se manifestó primero como un catarro, que degeneró en una laringitis de la que no se recuperó. Durante más de un año, sólo pudo emitir roncos susurros. Se llamó a especialistas médicos de todo el Estado de Kentucky para que observaran la enfermedad de Edgar. Tras examinar sus cuerdas vocales, todos los médicos se declararon desconcertados: no había ningún obstáculo ni obstrucción en las cuerdas vocales. Como último recurso, se decidió buscar a un hipnotizador para el desesperado Cayce. Ya que no presentaba ningún problema físico, era posible que algo le estuviera trastornando mentalmente.

      Esta